miércoles, 20 de noviembre de 2013

La adolescencia y juventud de Carlitos Rivarola


     Hace unas semanas tuve la enorme alegría de encontrarme en Genova con Florencia Rivarola y su marido, Filippo Bennicelli, quienes muy cálidamente nos recibieron en su casa. Una mañana, revisando viejos recuerdos que Flor. tenía guardados, encontramos una página escrita a máquina por Carlitos, su padre, en el mes de diciembre del año 1988, y en la cual recuerda con mucha nostalgia los días de su adolescencia y juventud transcurridos entre 1920 y 1930, cuando Buenos Aires era "otro mundo", y que me parece apropiado transcribir aquí, sobre todo para todos aquellos que hemos llegado después y que  conocimos una ciudad distinta y para quienes siguen llegando, desconociendo tanto aquel primero como el nuestro.
 
     "  En mi juventud -en la tercera década de este siglo- (se refiere al siglo XX) nuestro país fue un lugar tranquilo y casi diría feliz, si bien en ese entonces, y creo que así siguió siendo, al decir nuestro país digo Buenos Aires, que es en realidad el símbolo o el extracto del país. En ese período se alejaba el recuerdo de la Primera Guerra Mundial (1914/18) y no se veía en el horizonte lo que vendría en la década siguiente, las posteriores que se sucedieron después de ella, como focos aislados de un incendio nunca extinguido. En esa década mía, pues, ya no hablábamos de la Gran Guerra, que era argumento de las novelas (Erich María Remarque) y de esporádicos éxitos del cine en blanco y negro.
 
     Buenos Aires, mi ciudad, era todavía la Gran Aldea, tranquila, sin sobresaltos, ni paros generales o sorpresivos. Teníamos todavía los tranvías con guarda y "motorman", en los que aquellos nos vendían los boletos en nuestros asientos y, en ocasiones especiales, ayudaban con galantería a subir a las señoras ancianas. También teníamos a Gardel y a los grandes desfiles del 25 de Mayo o del 9 de Julio.
 
     Entre los diez y los quince años podíamos andar en bicicleta por nuestro barrio de Palermo y hasta ir al colegio, en Rio Bamba y Viamonte en ese vehículo hecho tan bien para la medida del hombre. Por supuesto no había televisión y la radio estaba en pañales. El cine era cosa de los domingos....pero teníamos algo que ha ido perdiendo importancia, o categoría, o riqueza: teníamos tiempo, algo tan natural que no le dábamos su verdadero valor; pero para quien quisiera y supiera aprovecharlo, teníamos tiempo de leer, de pensar, de escribir, de dormir, de crecer.....tiempo de vivir....
 
     Nuestra ciudad era acogedora, con su mayoría de barrios con casas bajas, o de "altos y bajos", o de dos o tres pisos. El "centro" nos era casi desconocido, salvo cuando nos llevaban a comprar un traje en Harrods o Gath & Chaves. Al final de esa década el único rascacielo era el SAFICO y no existían todavía ni el Comega ni el Kavanag.....y a cada habitante de la ciudad le tocaban tantos metros cuadrados de superficie en calles y parques, y tantos metros cúbicos del buen aire, para respirar.
 
     En esos tiempos, no sabíamos lo que era un dólar, ni los telefonos automáticos. La "Unión Telefónica" era una empresa respetable y por el teléfono pedíamos el número a unas "señoritas" invisibles (siempre eran señoritas) muy amables. Y lo mismo pasaba con los reclamos: estábamos muy lejos de los fríos contestadores automáticos. Para hablar a mi casa se pedía "Palermo 41"...
 
      Había desperfectos y apagones de luz solamente en las grandes lluvias. Existían dos compañías rivales: la "Italo" y la "Chade"; en cambio la "Primitiva de Gas" era una sola.....pero en mi casa la cocina era de carbón. Los tranvías y el subte eran del "Anglo" y algunos del "Lacroze". En fin, podría seguir escribiendo muchas cosas de ese tiempo feliz en esos diez años que transcurrieron entre la "primaria" y la "secundaria", terminando con el ingreso en la Facultad.....
 
    Pero los años, y los meses, y los días son medidas de tiempo, y como tales, pasan y pasan. Por eso, todos juntos, se denominan "el pasado"..... "