jueves, 6 de diciembre de 2012

El 29 S .-



Dado que es en esa forma como se designa últimamente a las fechas que, por alguna razón, se transforman en importantes, creo que para la familia Rivarola el 29 de septiembre pasado fue toda una fecha, ya que después de más de quince años pudimos volver a reunirnos una gran cantidad de los descendientes de Enrique y Rita.-

La cita fue en el Colegio del Salvador, en Buenos Aires, adonde fuimos cálidamente recibidos por Agustín R. (1962), sacerdote jesuita que actualmente allí desempeña sus tareas pedagógicas y espirituales, previo haber celebrado una misa en la Iglesia contigua, en donde recordamos a todos aquellos miembros de esta querida familia que ya no están, físicamente, a nuestro lado.

Fue realmente muy emotivo cuando, en el momento que en las misas se destina a rezar especialmente por los difuntos, Agustín nos llamó a varios de nosotros para que, desde el altar, dijéramos en voz alta los nombres de todos aquellos que estarán siempre presentes en nuestro recuerdo, y que así -con toda seguridad- se debieron acercar a nuestro lado para también ellos poder participar -de alguna manera- del encuentro familiar.

Después, ya en el colegio, todo fue un gran jolgorio. El salón en donde nos reunimos estaba repleto de caras sonrientes, de todas las edades, algunas que no veíamos desde mucho tiempo, mezcladas con otras -más o mucho más jóvenes- muy parecidas a las nuestras de cuando teníamos esos mismos años.....hace ya muchos años.

En la entrada al lugar, Verónica R. (1963) había preparado unas coloridas carteleras exhibiendo a grandes rasgos, las diferentes secuencias generacionales de las distintas ramas en que se fue extendiendo la familia, mientras nos entregaban unos cartelitos muy bien diseñados, que identificaba a cada rama con un color propio, y permitía ir colocando los nombres no solo de su portador sino también de sus sucesivos ascendientes en linea directa, de modo de poder saber inmediatamente, quienes éramos y a cual de las líneas pertenecíamos.

Después de algunas idas y venidas previas, habíamos acordado finalmente que el almuerzo sería "a la canasta", de modo que todos nos fuimos ubicando en diferentes mesas, para comenzar a degustar todo aquello que habíamos llevado no solamente para nuestro propio sustento, sino también para compartir con aquellos que teníamos a nuestro lado, mientras que un calificado "tribunal" compuesto por Alejandro Arana R. (1958) y Francisco R. (1982) se dedicaban a la "ingrata" tarea de tener que elegir al mejor de los manjares, tanto de la especialidad salada como dulce, para hacer a su creador o creadora merecedor del premio "Rita Verdaguer de Rivarola", que finalmente y luego de una muy reñida competencia, le fue adjudicado a Rita (1934) y "Cuca" (1940) Nolfi, de la rama de Rita R. de Belsunce.

Algo más tarde, Ignacio R. (1966) nos hizo una impactante e hilarante explicación audiovisual de algunos acontecimientos de nuestra común historia familiar, ocurridos allá en la lejana Liguria, como para no abandonar el clima festivo que todos vivíamos, y después de algunas palabras que me pidieron que dijera, que fueron fundamentalmente de agradecimiento a todos en general y a quienes más habían colaborado para hacer posible ese encuentro, Verónica R. y Virginia de Nevares R. (1956), les cedimos la palabra a cuatro representantes, de los mayores, de cada una de las ramas que mantienen descendientes.

Así, Gloria Cucullu de Murmis (1932) -de la rama de María Luisa R.- ; Roberto Rocca Durañona (1936) -de la rama de Lola R.-; César García Belsunce ( 1927) - de la rama de Rita R.-; y Raul "Puzzy" R.(1928) -de la rama de Rodolfo- fueron desgranando recuerdos y anécdotas familiares, fundamentalmente para conocimiento de las generaciones más jóvenes, relacionadas con varios de aquellos que nos han precedido en el camino, consolidando una personalidad familiar que nos es propia, y que ellos no pudieron llegar a conocer.

De las tres personas de mayor edad de todas las ramas de la familia, se encontraban presentes dos: Ana María "Chiquita" Luro R. (1921) y Horacio García Belsunce (1924), ya que María Helena "Malelé" R. (1920) que es actualmente la mayor de todos, no pudo venir por razones de salud. Pero Horacio G.B., en su carácter del mayor de los varones, en forma totalmente espontánea nos dijo unas lindísimas palabras, mientras que Guillermo R. (1938) -de la línea primogénita de la familia, la de Mario R.- con términos muy emocionados agradeció las palabras que se habían dicho respecto de su abuelo Mario.

A continuación fueron recibidos en forma muy cálida, dos miembros de nuestra original familia Rivarola italiana, pero cuyos antepasados se radicaron en el Paraguay, quienes junto a sus esposas quisieron participar de este encuentro del cual se sintieron parte integrante, y tuvieron para con nosotros -su parentela argentina- palabras muy sentidas y cariñosas.

Teniendo en cuenta que no fue posible localizar el album que se iniciara en la familia en el año 1929, en oportunidad de producirse el primer encuentro, resolvimos comenzar con uno nuevo que, conforme a lo que se había dispuesto aquella primera vez, debía ser conservado "en todo tiempo futuro, por el varón de más edad a quien corresponda usar en primer término el apellido Rivarola", el que por tales razones le fue entregado en custodia a Raul Rodolfo "Puzzy" R. luego de haber sido firmado por buena parte de los asistentes.

Finalmente salimos a un gran patio, contiguo al salón en donde estábamos reunidos, y en el que nos costó bastante poder juntarnos para una foto global, ya que las conversaciones entre los diferentes grupos se sucedían en forma ininterrumpida, pero en un momento dado logramos colocarnos todos, de alguna manera, delante de las cámaras que varios fotógrafos/as voluntariosos se animaron a disparar, y así quedó documentado este nuevo encuentro familiar que ha dejado -al menos en varios de nosotros- recuerdos que nos serán inolvidables.

        

 
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jueves, 20 de septiembre de 2012

Algo más sobre la casa de Coronel Diaz y Juncal

   En otra entrada a este mismo blogg, hemos publicado los recuerdos que para Carlitos Rivarola tuvo una visita que hizo a la Clinica del Sol, levantada en el lugar en donde estuvo la casa de su padre en la cual pasara toda su infancia y parte de su juventud.

 En el dibujo adjunto, que también debemos a su pluma -no en vano era muy buen arquitecto- ha procurado reconstruir el plano de las dos plantas que tenía esa casa, en gráfico que considero que completa sus cálidas reflexiones en torno de la misma.

   Del mismo modo, me parece que también resulta un buen complemento, tanto del texto del artículo como del gráfico que ahora incorporamos, las siguientes reflexiones que a raíz de la lectura de los recuerdos de su padre hiciera su hija Patricia desde La Cumbre (en Córdoba) adonde vive,  junto a no pocos adornos y muebles que provienen de esta casa.


      " El escritorio que encontraba a mi abuelo tantas mañanas muy tempranas, escribiendo y, como dice papá "escribiendo, pensando, pensando y escribiendo"....ese escritorio no estaba en la planta baja, sino en el primer piso, y eso lo sé porque miro muchas veces el plano que papá dibujó....y daba al jardín donde por la mañana salía el sol....y el roble con el que fueron hechas las "tablas y gavetas", tengo la suerte de tenerlo en mi casa....y hay un cajón a la derecha, que es doble, y todavía está lleno de las cosas de mi padre.

    Es imposible que mis recuerdos sean los de él, a menos que papá me haya relatado algunas cosas.....mientras papá "ve" casi al igual que Pepe la casa pero desde la Clínica del Sol, él hace referencia a un cuadro con un niño de pelo rubio y traje de pintor, al que le han puesto la paleta en la mano derecha y el pincel en la izquierda, como si fuera zurdo.....y sin poder imaginar que muchos años después, iba a tener una hija zurda, que vengo a ser yo....Y ese cuadro está ahora colgado en mi living, al lado de una foto lindísima de Clelia o María Enriqueta (no puedo saber de cual)...Es una foto realmente linda....además seguramente fue sacada por un artista  ( está firmada)....porque....no puedo llegar a explicar cuan linda es.

    También tengo un precioso retrato de la Abuelita pero de soltera, todavía no se había casado con mi abuelo....me hacía gracia cuando papá se paraba delante del cuadro y me decía "esa no es mi madre", obviamente lo decía en chiste, para volver a contarme por décima vez, que su mamá todavía no se había casado......Mi abuelo le regaló a la Abuelita un librito diminuto que parece de plata, pero no sé, no lo creo porque recién fui a mirarlo, pero es tan pequeño, que tuve que ir a buscar la lupa que tengo en mi mesa de luz para poder ver que decía....y son las fechas de nacimiento de los siete hijos....y en la tapa dice Nannina....y recién me doy cuenta que la lupa que usé, es la misma que papá había puesto en una vitrina junto al librito, en la última casa en que vivieron papá y mamá....yo en cambio, colgue el librito con una cinta finita desde la parte de atras del cuadro (con una chinche).....y además de quedar muy lindo, a mis nietas siempre les gustó el librito y mirar cada hojita y preguntarme que eran esa fechas....

    Papá está recorriendo con su memoria, un pasillo del primer piso, y llega hasta el cuarto del "mayor de los solteros", se queda mirando asombrado como se viste o Fernando o Eduardo o Pepe.....Muchos años después me cuenta que a los pies de la cama, colgado de la pared, siempre había estado colgado un cuadro de la Virgen con el Niño, al que hoy llaman la Virgen de Schöensttat....solo que en aquella época no existía con ese nombre, ya que papá nació en el 12, o sea antes de la Primera Guerra, y ese cuadro, al que llamaron "Mater ter Admirabilis" fue puesto en el Santuario de Schöenstatt en 1915, aunque el movimiento mariano comenzó en el 14. Con los años llamaron a esa Virgen, Nuestra Señora de Schöenstatt (justamente porque Schöenstatt queda en Alemania), siendo también Mater ter Admirábilis. Esta historia la supe años después, pero papá no tenía ni idea de donde había salido ese cuadro, que siempre estaba colgado a los piés de esa cama. Papá me lo regaló creo que en 1977, y a partir de ese día siempre estuvo colgado a los pies de mi cama, a pesar de tantas mudanzas....y ahora acá también ocupa el mismo lugar.

    Y de tanto mirar ese plano puedo bajar por la escalera principal, y aunque papá no lo dibujó, con su letra pone que allí estaba el gong.....que también me regalaron mis hermanas.....y tengo un cuadro del mismo tamaño con muchas fotos pegadas, supongo que por papá, y puedo ver un sector enorme en donde estaban las bibliotecas llenas de libros....Papá trajo a casa dos bibliotecas, pero hace tanto tiempo, que me parece que siempre estuvieron en casa....en casa de mis padres, claro, y también fue un regalo que me hicieron mis hermanas...........

    Nunca tuve palmeras, pero siempre tengo jazmines y rosas, y también madreselvas....estas últimas nunca faltan, viva donde viva....y los jazmines tampoco..........."


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jueves, 13 de septiembre de 2012

Rodolfo Alcides Rivarola


    Por Rodolfo de Nevares

    (de la 4ta. generación de descendientes de Enrique
      en la rama de Rodolfo por la línea de Rodolfo A. Rivarola,
       su abuelo)


         Rodolfo Alcides Rivarola murió el 5 de diciembre de 1935 (*), como consecuencia de una enfermedad llamada pénfigo, cuyo síntoma era la aparición de ampollas en el cuerpo, que si bien aparentemente eran indoloras, picaban y había que aliviar esa picazón con cremas. Hoy es curable; en aquellos tiempos no lo era y llevaba inexorablemente a la muerte.

               Dos años y ocho meses antes de morir se había enfermado y debió ser internado en el Sanatorio Marini; en ese momento era el Director del Hospital de Niños, y finalizaba así prematuramente su carrera como médico pediatra.

               Como él era socio fundador del Sanatorio, no debió pagar los costos correspondientes durante un tiempo. Agotado éste, las cuentas del hermano caído en desgracia las continuaron pagando sus hermanos Rivarola y sus cuñados Paz Mariño. Chapeau !

               Agotada también esta vía de pago, se decidió mudarlo a un departamento en la calle Paraguay, que no llegó a concretarse pues murió poco antes.

                Durante su internación en el cuarto No. 4, su mujer Elvira Paz vivía en el de al lado. Mientras tanto sus hijas Elvira y María Elena se instalaron en la casa de sus abuelos, Leocadio Paz y Carmen Mariño    Bascary, en la calle Montevideo entre Santa Fé y Arenales.

                 Cuando Rodolfo A. murió, Elvira Paz y sus hijas alquilaron un departamento en Rodriguez Peña 1351, 1er. piso, y luego, cuando se casó Elvira (hija), se mudaron a Viamonte 682.

                  El problema económico que surgió cuando Rodolfo A. murió, fue que él tenía un seguro en oro, cuya última cuota fue pagada por sus hermanos y cuñados en pesos. Cuando la compañía de seguros debió cumplir el contrato, lo hizo en pesos también. Ante esta circunstancia, Leocadio Paz (hijo) aconsejó no hacer un juicio a la compañía aseguradora, pues si bien podía ganarse, en el interín ¿de qué iban a vivir la viuda y sus hijas?

                Personalmente pienso que este asunto del oro y los pesos se debió a que en la crisis y la depresión del 30, se terminó la convertibilidad del peso y su consecuencia sobre los contratos en metálico fue inevitable.

                 Eduardo Paz, sobrino segundo de Elvira, les dio una mano, pues como militaba en el partido conservador y era un conspicuo dirigente, les consiguió por los años 40 una pensión que provenía de la Lotería. No era esto un jolgorio en las jubilaciones como el actual, pues Elvira Paz y sus hijas debieron ir las tres juntas en una oportunidad al Congreso a declarar los motivos por los cuales cobraban esa pensión.

                 Los años pasaron y las hijas casaderas de Rodolfo A. mejoraron su suerte. Se casaron con dos jóvenes distinguidos de la sociedad porteña, Jorge A. Peró Gayan y Guillermo F. de Nevares. No me corresponde hablar de mi padre, pero sí puedo afirmar que Jorge Peró era un hombre culto, inteligente, digno, y además, pintón.

                Rodolfo A. tenía además el talento de un poeta. Sus colegas le llamaban el médico poeta. Más adelante espero tener un tiempito y transcribirles los pocos poemas que me pasó Mamá, entre ellos uno que se llama Canto a la Patria, escrito para el 25 de Mayo de 1906, que obtuvo la medalla de oro del primer premio en el Certamen Literario de los Estudiantes, y que fue impreso en un cuadernillo.

                 En 1937, en el homenaje que se efectuó al descubrir la placa en la bóveda en la Recoleta, el Dr. Pedro Chutro en su discurso expresó
   
           " Rivarola, que descansas en paz, .... Naciste para las letras, pero obedeciendo a una vocación insospechada, te entregaste de lleno al estudio de la ciencia del dolor, en la que descollaste desde el primer día...."

          Es una gran pena que nuestra generación no haya tenido la oportunidad de conocer a Rodolfo A. Rivarola.

(*) a la edad de 49 años.

      

miércoles, 22 de agosto de 2012

Un pequeño hallazgo


   Por César A. García Belsunce
( de la 3a. generación de los descendientes
 de Enrique Rivarola, en la rama de su hija Rita)


       Revolviendo libros en mi biblioteca, encontré un folleto, editado en el año 2000 por el Colegio de Abogados de La Plata, escrito por Atilio Milanta " Rivarola y el 75 aniversario del Colegio de Abogados de La Plata ", que traza una semblanza de Enrique Esteban Rivarola, hermano de Rodolfo (*). Allí se hace referencia (pág. 27/8) a que con motivo del cumpleaños de Enrique en 1926 (**) Rodolfo le envió un "presente" (no se aclara si en prosa o en verso), donde le decía "soy más viejo que tú; tú eres mi vice", a lo que Enrique respondió con un poema, que dice:

             Ni en alta cumbre, ni en terreno bajo,
             sino en un llano de gentil belleza
             dos olivos levantan la cabeza,
             símbolo de paz y de trabajo.

             Crecen fértiles ramas de destajo,
              hay arrugas del tiempo en la corteza,
              y se descubre que a ceder empieza
              bajo el peso del fruto, cada gajo.

             " -Soy más viejo que tú, tú eres mi vice"-
             prorrumpe en el silencio el más frondoso.
             Y el que le sigue en crecimiento dice:

             "Viejos no somos, aunque tal parece
             que mientras brinda el fruto generoso,
             el árbol tiene edad, más no envejece". 

                                ¡ Es una muy linda expresión de amor fraterno. que bien vale la pena de incorporar al blog !!  


(*) ambos hijos de Enrique Rivarola y de Rita Verdaguer.
(**) Enrique cumplía 64 años y su hermano Rodolfo tenía 68.

lunes, 23 de julio de 2012

Algo más sobre el Rancho de Miramar


    Por Patricia Rivarola, (desde La Cumbre, en Córdoba)

    (de la 3a. generación de los descendientes de Enrique
      por la rama de Rodolfo y en la línea de Carlos)

     "Acabo de leer lo del Rancho y me acuerdo de estar mirándote a vos -Rodolfo- trepado al molino, de puro " de que se trata, que yo me opongo", ya que me parece que éramos bastante traviesos....y mientras vos estabas allá arriba del molino, Florencia estaba en el techo del cuartito de las bicicletas con la super idea de tirarse desde ahí al suelo....lo malo es que no me acuerdo si se tiró o no.....y tampoco me acuerdo como bajaste vos del molino.

     " Te tengo que contar la versión de papá de como compraron el Rancho ... fue entre Fernando, Eduardo, Pepe y papá, y en medio del remate, no se quien se lo quería llevar y a los tíos no les alcanzaba la plata, y uno de ellos dijo "ahora vuelvo, voy a pedir plata prestada", y así fue; al rato volvió y lograron comprar el Rancho, eso fue en el año 1944, en el año en que yo nacería en mayo.

     " Como el Rancho medía una manzana papá había hecho un precioso plano para cada uno, pero lo único que llegó a hacer fueron las casitas de la 24 y 5. El terreno del fondo del Rancho era el de Pepe, y ahi muchos años después Rafa hizo su famosa cancha de futbol, con su famoso mástil, y antes de cada partido tenía que venir Berta e izar la bandera color naranja.....se armaban por ejemplo partidos entre Mar del Plata y Miramar, y venían personajes importantes a la inauguración.

     " Ahh, y tengo un recuerdo fascinante de nosotros, de todo el grupo nuestro: resulta que se había muerto un Papa, no se cual, y nosotros estábamos en el rincón más alejado del Rancho, sentados a lo indio, formando una rueda y muertos de miedo de que al siguiente Papa se le ocurriese la mala idea de ponerse el nombre de Pedro II......y hasta que no nos vinieron a buscar para decirnos que ya " Habemus Papa ", salimos todos corriendo preguntando como se llamaba el nuevo, y recién ahí pudimos respirar tranquilos.

    " Yo tengo un libro escrito por un cordobés, que fue académico de la Academia Argentina de Letras, donde tuve la suerte de trabajar tantos años; bueno, este señor académico (Jorge Vocos Lescano) me regaló un libro dedicado a mí, llamado "El tiempo más hermoso", y en ese libro hay una situación casi exacta a la que vivimos nosotros aquel día, rezando para que el próximo Papa no se llamara Pedro.....parece que todos los de nuestra generación tuvimos el mismo miedo.

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    " ¿ Te acordas de cuando había temporal en la playa, y hacía frío, y no nos dejaban ir a la playa? Entonces nos íbamos a los caños de la calle 22 (*) y jugábamos horas allí ¿te acordas?.....Yo he sido como Rafa, amé Miramar  y amé el mar.....y me acuerdo perfectamente cuando Julio Caldelara nos llevaba a nadar bien hondo.....y retrocedo en el tiempo, y recuerdo que me sentaba en el suelo, al lado del bañero que estaba mirando el mar y a la gente y me enseñaba que si había viento norte, era mar bueno, y que solía cambiar el viento entre la una y las tres, y me enseñaba que si mirabas el horizonte y veías olitas lejanas, blancas, era que estaba por cambiar el viento cuando las olitas llegasen....y ahi refrescaba y el mar se ponía dudoso.....pero si nos tocaba una semana de viento norte sin cambiar, era un mar bueno espectacular....también me enseñaba adonde había posos y como llegar hasta el banco de arena....."

     " También recuerdo la pizzería que estaba enfrente al cine Astral....mi Dios....¡ que rica esa pizza chorreando queso, y te la daban envuelta en papel de ese gris de panadería, y si tenías plata te daban ¡ la Bidu !!!!....y ahí ( en la puerta del cine) estaba la pobre muda que cuidaba las bicis chillándonos con el pito. Me contó Anita (nuestra prima hermana) que Rodrigo le contó que cuando se murió fue un entierro lleno de miramarenses....pobre....yo le tenía mucho miedo"
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     " ¿ Te acordas cuando estaba por terminar el verano? Juntábamos monedas de donde fuere, todos, para ir a Mickey a pedir lo que no podíamos comprar en todo el verano, porque era caro: tipo la Copa Mickey, enorme, altísima...jaja....¡ que genial"

    " Las Brisas"...."Tia Berta" (para mayores)....."El Caracol"....."La Central"......el -nuevo- cine, el "Gran Rex" y los viejos, "el Atlántico" y "el Astral", de donde te sacaron y te mandaron a tu casa para que te cambies ya que estabas con alpargatas...y te pusieras zapatos, o sea, mocasines, que gracioso....me acabo de acordar!
   

   (*) se refiere a unos enormes caños que estaban destinados al agua corriente y que por entonces se encontraban a la vera de la calle 22, en la parte de atrás del Rancho.

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martes, 17 de julio de 2012

M i r a m a r


     Puesto a pensar sobre recuerdos familiares de muchos años para atras -como invito a todos a hacerlo para ir completando este espacio que es de todos- saltan inmediatamente a mi memoria aquellos veranos en Miramar de mediados a fines de los 50 y comienzos de los 60, en que empezamos a transitar por la adolescencia. Miramar era, por aquel entonces, el lugar de reunión de "los grandes" de nuestra rama de la familia Rivarola, y hacia allá ibamos nosotros, los que aun no teníamos poder de decisión, ni nos lo planteábamos.

      Desconozco como fue que la familia comenzó a frecuentar aquellas playas, ya que fotos anteriores de la familia de mi padre, siendo soltero, los muestran en el Uruguay y concretamente en las playas de La Pedrera, aunque alguna vez escuché que fue mi tío abuelo Fernando el primero en llegarse hasta Miramar, adonde inclusive adquirió en un remate judicial un terreno bastante grande, con un rancho, que se remataba por las afueras de la ciudad, entusiasmando luego a sus hermanos para que lo siguiesen.

      Una vez remodelado "El Rancho" -ya que así se llamó al lugar- se convirtió en una suerte de punto de reunión familiar veraniego, ya que detrás de Fernando con su familia fueron llegando sus hermanos Eduardo, Horacio, Octavio, Pepe, Carlitos y también Roberto Rosa, cuñado de ellos, todos con sus respectivas familias que, en el caso de mi abuelo Horacio ya abarcaba inclusive a sus nietos, nosotros, que así nos comenzamos a mezclar con aquellos "primos" que en realidad eran "tios", pero de nuestra edad.

      De aquellos, los tíos de verdad, mis tíos abuelos, tengo un recuerdo más bien fotográfico....los veo en la playa, reunidos junto a sus esposas y amigos en grandes rondas, charlando....o bien tomando algo fresco o fuerte en la galería del Rancho.....o descansando en el jardín: Fernando, el dueño de casa, de ancha y fácil sonrisa muy cálida, junto a Berta su mujer, de hablar pausado y agradable sonrisa; Eduardo, más serio y como pensativo y la Beba Iturbe, muy morocha y menudita, a quien recuerdo siempre fumando; Octavio, con su tamaño y su vozarrón importantes, siempre ocurrente, con atuendos muy modernos y coloridos, junto a Tina su mujer, bastante calladita y siempre haciendo algo con las manos (cociendo, bordando, tejiendo, no se bien que haría, pero estaba siempre ocupada); Carlitos y Deli y Pepe y Chiquita, los más jóvenes, casi contemporáneos de mis padres, los recuerdo como los más deportistas, en el agua, andando en bicicletas o jugando al tenis o al golf. Entre todos ellos mis abuelos, algo más grandes que sus hermanos y mezclados con todos ellos mis padres....mi tio Horacito, su moto y cada año un auto nuevo....a cada cual más fantástico.....y muchos, muchos colaterales y amigos más.

      Entre los primos más cercanos en edad a nosotros, había como algunos sectores bien diferenciados: estaban los más grandes, que eran Rafael y Marco, hijos de Fernando; Maria José e Ignacio de los de Pepe; Ana Inés de Carlitos; Nannina y Patricio de Eduardo; Madelón y Alejandro Rosa Rivarola; Carmen y Julia Elena de los de Octavio, ya que sus otros hijos eran aun más grandes. El grupo de las mujeres que nos seguían hacia arriba lo integraban Florencia, Marcela y Ana, tres Rivarola inseparables (creo que lo siguen siendo a pesar del tiempo y las distancias), hijas respectivamente de Carlitos, Eduardo y Pepe; mientras que detrás veníamos Maria Luisa (de Eduardo), Patricia (de Carlitos), Horacio y Rodrigo (de Pepe), Ricardo (de Horacito), mi hermana Lia y yo, todos Rivarola, y aún más chicos que nosotros quedaban José y Eduardo (de Pepe) y Pedro (de Carlitos). ¡ Que cantidad !!

     Sin embargo y a pesar de las -por entonces- marcadas diferencias de edad, todos eramos primos que compartíamos espacios comunes, carpas, bicicletas, almuerzos playeros, armado de casitas donde pasábamos las horas, guitarreadas, tardes de helados y tostados en Mickey, cigarrillos a escondidas, películas en los cines, etc. etc., mientras " los grandes " se divertían a su modo, dejándonos una gran libertad, que por lo general usábamos con bastante cautela.

     El terreno adonde estaba aquel  " Rancho " de Fernando -y en donde en el mes de enero se festejaba su cumpleaños con un gran asado, al que los más chicos no íbamos, pero que espiábamos desde la calle- ocupaba toda una manzana -la de las calles 24, 7, 22 y 5- y en un momento dado en una de las esquinas de esa manzana se contruyeron dos lindas casitas, pegadas entre ellas pared de por medio, que durante varios veranos ocupamos una la familia de Pepe y otra nosotros, de modo de permitirnos a los primos, además de estar juntos todo el día, poder hacerlo también por las noches, con solo saltar la medianera.

     Como el verano es una época de tanta diversión y poco compromiso, tengo asociados aquellos momentos junto a mi "familia grande" a los de una gran felicidad y si bien los encuentros entre nosotros se suspendían durante el invierno con la gran mayoría de ellos, se reanudaban al año siguiente con la misma o superior intensidad. Y ni que decir de aquel año en que se suspendió el inicio de las clases por una gran epidemia de parálisis infantil y nos tuvimos que quedar en Miramar como hasta el mes de abril ¡ que bueno
 que fue !

    No puedo dejar de relacionar aquella época tan feliz con la de nuestros primeros "suspiros amorosos"....o con los noviazgos más serios de nuestros primos y primas mayores, a quienes nos divertía tanto espiar a la distancia, como con seguridad nosotros fuimos espiados después por quienes nos seguían.
 
     Ahora hace muchos años que no he vuelto por allá. Pienso que el "Rancho" aun debe estar en manos de Marco y de los hijos de Rafa....no lo sé. Sí se que en una de las casitas vive en forma permanente mi primo Rodrigo junto a su familia desde hace unos cuantos años. Lo que ocurre es que después de aquellos buenos tiempos, como siempre ocurre, la vida nos fue llevando a unos y otros por caminos muy diferentes, no obstante lo cual, estoy convencido que a todos nosotros, los que alguna vez compartimos aquellos veranos en Miramar, nos ha quedado como una huella imborrable en nuestras memorias, que hace que cada tanto, cuando alguna vez nos encontramos, en algún momento de nuestra conversación el Miramar de aquellos veranos vuelva para hacerse presente.


miércoles, 11 de julio de 2012

Una carta deliciosa....y un verso precioso


Mi prima Patricia Rivarola me ha enviado, desde La Cumbre en Córdoba, el texto de una preciosa carta que encontró entre muchos papeles de su padre, Carlitos, y que éste recibiera en el año 1923 de  Chiquita,  la futura madre de los Rivarola - Rivarola, que por aquel entonces contaba con 11 años de edad, tan solo uno menos que su tío, el destinatario de la deliciosa correspondencia, que a continuación se transcribe:

 "  18 de Nobiembre de 1923.- 


Mi querido Carlos:


      Ayer la Tota (*) recibió tu carta y se puso muy contenta.
      Me himajino lo aburrido que estaras si alla es muy feo.
      Aqui te mando esta muñeca porque como yo no puedo meterme en el sobre va ella en mi lugar, la corte de un figurin y era la mas linda que habia porque las otras eran un muy feas.
      El 4 de enero nos vamos a la Estancia de Clelia (**) y de alla te escribire, y si me saco un retrato te mandare.
      Yo deseo que /...../ vengas pronto pero....................... Todavia ay muyo tiempo.
      La casa de aca arlado ya la han terminado y vienen viven unas chicas y la mas chica que es como El Chiche (***) se mete en casa a cada momento sin que nadie la yame.
     Escribime (pronto ant.) el 30 de Diciembre con la dirección de la Estancia de Clelia por si me escribis aca mo ne va a llevar. Yo y el Gringo (****) emos aprendido de andar en bisicleta de dos ruedas.
     Muchos recuerdos a Abuelito y a Olga y para ti un fuerte abrazo.
     Feliz Año Muevo, Navidad y Reyes.
     Chiquita "




    Y esta misma Chiquita es la que le inspiró a su abuelo, Rodolfo Rivarola, estos versos, que provienen de la memoria " de fierro" de Ana Rivarola, hija de aquella:


      "  Ayer mi nieticita, la de cabellos de oro y ojos de cielo,
          abandonando el bullicioso coro de los otros chicuelos,
          hízome una extraña pregunta, capaz de enloquecer
         a mil abuelos que se empeñaran de tratarlo en junta.


      " ¿Es cierto mi abuelito, tiene más años Dios que el infinito?
         Atónito, confuso y con sonrojo, abrí los ojos en señal
         de la sorpresa mía, y respondí; más la respuesta olvido,
         fue aquello un incesante balbuceo.


     "  Veinte años de estudiar filosofía, y otros veinte 
        que medito y leo, creyendo que el saber disipa engaños,
        compruebo mi ignorancia, 
        ante mi nietecita de cuatro años " 


                                                  xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx


     (*)  Se refiere a Alicia, su hermana mayor, a quien por entonces así llamaban.-

     (**) Es "El Chara", un campo de Rufino Luro, esposo de Clelia Rivarola, en la provincia de Bs.As., al sur del río Colorado.

     (***) Sin seguridad creo que la referencia es al varón de los Luro Rivarola
       
     (****) Alude a su hermano, Rodolfo E. , mi padre.

martes, 15 de mayo de 2012

La casa de mi abuelo


En la entrada anterior Carlos H. (Carlitos) nos dejó una nostálgica mirada de la que fue la casa de su infancia, la de su padre y sus hermanos, que escribió en el año 1966. Unos 10 años antes, mi padre, Rodolfo -el Gringo- en diciembre de 1956 también le dedicó unos versos a ese acontecimiento impactante que debió haber sido la demolición de esa misma casa. Me pareció que podría ser un buen acompañamiento para el texto de Carlitos.

                       "  Estan demoliendo la casa de mi abuelo.
                       "  La casa con balcones; la casa con jardines,
                       "  Estan demoliendo la casa de mi abuelo.
                       "  La casa con cocheras; la casa con jazmines.

                       "  Allí vivieron muchos, allí nacieron otros,
                       "  Los hijos estudiaron y, casados, se han ido.
                       "  Multiplicados nietos llegábamos nosotros,
                       "  Creciendo con el tiempo, creciendo el apellido.

                       "  Innumerables libros, que hace mucho no vemos,
                       "  del estudio profundo; del estudio erudito,
                       "  con códigos propios y códigos ajenos,
                       "  por quien ya sabe ahora lo que es el infinito.

                       "  Palmeras y escaleras; ventanas y baldosas,
                       "  muy pronto solo polvo de recuerdo serán.
                       "  Aquí la biblioteca; allá, las otras cosas,
                       "  al pasar por la calle, desnudas se verán.

                       "  El progreso es terrible si destruye lo viejo.
                       "  Si eso es vida, dolor es vivir.
                       "  Yo aquí, tan solo escribo y cobarde los dejo,
                       "  que maten la casa; ella debe morir. "

La casa de Papá


                                                                     Escrito por Carlos H. Rivarola
                                                                         ( en Octubre de 1966)

     Nos ha sido dicho y enseñado que para que el árbol pueda cumplir su destino de elevar su tronco vigoroso y recto hasta que su copa alcance el límite donde empieza el cielo, para que sus ramas crezcan y se multipliquen -creced y multiplicaos- y florezcan y se cubran de nuevas y verdes hojas, y juntas reciban la tibieza de los mismos soles y la frescura de las mismas lluvias, y juntas y unidas soporten las violencias de las mismas tempestades, es conveniente que hunda sus raíces profundas con fuerza, siempre en la misma tierra; que se haya elegido bien esa buena tierra y que se evite el apresurado trasplante artificial que la madre naturaleza nunca se ha atrevido a hacer por sí misma.

    Así la familia. Así el árbol familiar necesita también de "la casa" que lo simboliza y lo materialice al mismo tiempo; de la casa que debe ser "plantada" y no movida del mismo suelo, tocando la tierra y hundiendo en ella sus cimientos -sus raíces- hasta el estrato firme que asegure su perenne solidez; la casa que hoy necesitamos llamar "individual", o tal vez definir con nuevos e inarmónicos términos como "vivienda unifamiliar" para diferenciarla de las otras; lo que antes solo nombrábamos sencillamente "la casa", o a veces ceremoniosamente "la casa paterna", o mejor aun y entre nosotros, solamente "la casa de papá".....

   (He escrito estas palabras sentado ante el mismo escritorio que lo vió tantas veces, en álbas como ésta, escribir y pensar, pensar y escribir.....- Quiero juntar aquí, con ayuda de este viejo roble hecho tabla y gavetas, para mis hermanos y para sus nietos, algunos de mis recuerdos de la casa de papá, que por mi condición de hijo menor sólo pueden alcanzar a sus últimos veinticinco años. Años que coincidieron con los primeros de mi niñez y con los posteriores de mis ojos abiertos a la vida, atentos a su figura, absortos ante su muerte.....).-

    La casa de papá ahora no existe. Ya hace tiempo que arrancaron los ojos de sus ventanas y volteraron sus muros, inútiles huesos del esqueleto vacío. En su lugar se levanta ahora una moderna clínica -la que provocó el verso de Pepe- en la cual como es ya costumbre, existe un piso de maternidad. La clínica lleva el mismo número que nuestra casa: Coronel Diaz 2211.- Y allí vienen al mundo otras nuevas vidas como siguiendo el imperativo de la vieja casa: creced y multiplicaos. Porque en ella, en los años que fue de papá, nacimos sus últimos siete hijos, el primero de Horacio y la primera de María Enriqueta; y por último Beatriz Shilken, hija de nuestra prima Fabiola Tarnassi. Y ahora también, entre los nuevos hijos de otros padres -que en cierto modo quedan así ligados a nosotros- han nacido allí un nieto de Eduardo y un nieto de Pepe.

    Estuve en esa clínica hace casi tres años a visitar a un amigo enfermo -médico y valiente- después de una grave operación que no pudo evitar la causa de su fin. Me llevaron por un pasillo que daba a la calle Juncal, en el segundo piso, hasta la habitación en la que él estaba. Y luego, al mirar por su ventana y rever la imagen tan familiar desde el ángulo visual de la intersección de las dos calles, calculé mentalmente la altura de esos dos pisos modernos, recordé los altos techos de la planta baja de nuestra casa, y sentí que los años corrían hacia atras vertiginosamente.... Porque el espacio de aire en que estaba parado, no ya el mismo aire pero sí el mismo espacio, correspondía exactamente al cuarto de la esquina donde murieron mamá y papá, donde nacimos Pepe y yo. Algo de ese espacio permanecía siendo mío, siendo propiedad de mis recuerdos. Porque se puede trasmitir el dominio del suelo y la posesión de lo material, de lo tangible. Pero este espacio, fuera del tiempo, donde respiré el primer aire de mi vida y donde papá devolvió el último de la suya, sigue siendo irrevocablemente mío, intrasmisiblemente nuestro....

    Los años corren hacia atras vertiginosamente. Estoy en este mismo cuarto; mamá enferma en su cama que, mucho después reconocí, cuya cabecera apoyaba en la pared ochava de la esquina. Tengo poco más de tres años entonces. La veo solo un instante, como a través de un velo denso. Después su figura y su nombre se hacen para mí ausencia, esperanza, rebelión. Luego leyenda....Sé que a mi lado está el otro cuarto que fue el último dormitorio que usó papá y también el último que años después sería de Mario hasta su muerte. He salido al pasillo que se extiende delante de mis recuerdos. Reemplazando a las nuevas paredes que se esfuman y transforman como en un sueño mágico, en mi memoria se van enhebrando en él como perlas de un rosario la hilera de nuestros cuartos ("....cada cuarto es una perla y cada perla un rezo"....). "Aquí vivimos: jugamos, estudiamos, crecimos..." Veo de nuevo el gran hall donde se tomaba el desayuno, la terraza sobre el porch, y a través de ella el jardín. Y como un santuario, ese cuarto más privado, más acogedor y más íntimo: "el escritorio del jardín donde el sol lo encontraba trabajando...." junto a sus libros más dilectos, llenos con los hitos que dejaba su paso por las hojas, orgullosas de la amorosa caricia de sus dedos; rodeado por las fotografías de casi todos sus hijos, retrato de época, algunos con largos vestidos de encaje blancos, uno desnudito y boca abajo con la cabeza erguida, otro con melena rubia y traje de pintor.....

     Mi sombra camina otra vez por el corredor que se alarga hacia el fondo del pasado. Mis pies tratan de no pisar las largas hileras de los ejercitos "aliados" de mis soldaditos de plomo....Está abierta una de las puertas a mi izquierda. Un niño llora. Pero su llanto es el de una nueva vida para mi asombro de tío de siete años. Ha nacido en mi casa y casi tan cerca de mis años como yo de los de Pepe. Ha nacido en un sábado de Gloria, Ana María de la Gloria Rosa, la que después sería Nannina Rosa. Era hija de mi madrina y con ella empezaba entonces la serie de mis "hermanitos", que terminaría otra vez en mi casa, trece años después, cuando Mari vivía de nuevo con nosotros antes de nacer el último de sus hijos. (Todas las noches la ayudaba yo a subir la larga escalera, con su creciente carga, hasta este mismo cuarto donde ya no se oye el llanto de la recién nacida). Atravieso el vano de la puerta y siento que se mueven los años. Junto a la atenta mirada de mi admiración se está vistiendo uno de mis hermanos. Uno u otro, entonces, -Fernando, Eduardo, Pepe- es el "mayor de los solteros"; título que daba el derecho inalienable de ocupar ese dormitorio que abría sus ventanas sobre el jardín, y se bañaba de sol y de luna. Y yo me deslumbro con su jaquet, su plastron, su sombrero de copa que brilla de un modo tan rítmico, tan perfecto....El mayor de los solteros se casa y deja su cuarto al que le sigue en el orden. (Hace en estos días treinta años que terminó mi turno, pero el mío fue un privilegio no exento de melancolía; yo no era el "mayor" sino el "último" de los solteros)

    Estoy ahora al final del corredor y por un instante los ascensores del sanatorio intentan detenerme con su desconocida realidad. Mucho más fuertes, los ojos de mi recuerdo atraviesan sus puertas extrañas.....- Los sigo por un angosto pasillo y reconozco después la vieja galería con su inmensa mampara de vidrios de colores, su gran "roperón" y su asombrosa escalera -que en escala con la casa parecía de juguete- que lleva a los "cuartitos", puestos uno encima del otro como en una torre. Resuenan en ella voces lejanas y nombres antiguos: Berta, Adelaida, Juana.....Fernando está allá arriba fabricando un extraordinario avión biplano o una cantidad de palitos, una maravillosa tela celeste y una extraordinaria paciencia. Puedo oir tal vez el sonido de una guitarra o de algún otro instrumento raro que tocan Octavio y Pepe. Y gritos y algazara: juegos de guerra, de espadachines o de hidalgos montados en escuálidos zancos.... (Manes de Salgari, de Julio Verne, de Alejandro Dumas; del Quijote, de D´Artagnan y de todos los filibosteros del Caribe, yo os recuerdo y os saludo.....). Este es el reino mágico de los chicos: de ellos, que fuimos nosotros; de nosotros que fuimos ellos.

    Mis ojos se deslizan sobre el plano de la casa y noto que puedo, como incorpóreo fantasma, atravesar muros y moverme libremente en el espacio y el tiempo. Estoy otra vez en el hall y en lo alto de esa escalera que me dispongo a bajar. Recorro una vez más sus treinta y siete escalones que mis pies conocen como los de los ciegos: seis, cinco, seis otra vez y luego catorce. Los he subido a oscuras en el silencio de la noche, tantas veces. Los he bajado a saltos, o sentado acaballo en la última curva de su lustrada y suave baranda. Alguien empieza a bajar lentamente delante mío: reconozco la cabeza y la espalda de papá, que de pronto da una voltareta y cae sin que mis manos estiradas y rabiosamente impotentes puedan detenerlo. Papá tiene más de setenta años pero milagrosamente su caida no tiene consecuencias. (Desde entonces, sin decirle nada, siempre bajo delante de él, agarrado fuertemente a la baranda, listo para recibirlo en mis espaldas).

    Como un caleidoscopio, basta un movimiento imperceptible para que cambie la escena. He llegado al pie de la escalera, en lo alto del arranque inferior que dibujé muchos años después. Veo desde allí el casamiento de Mari. Hay mucha gente en "el vestíbulo del techo pintado de cielo" y el altar está puesto en la sala, sobre la pared de Coronel Diaz, lleno de flores blancas. Pero de pronto veo que no esta más la escalera, que nunca estuvo "antes"....- Porque "antes" solamente el cielo ocupaba el espacio de ese piso alto que luego lo encerro entre sus muros para llenarse con la felicidad que le pedía y con el dolor que no le negaba.....("Casamientos, nacimientos, muertes, Vida....").

    Porque papá había comprado la casa en 1896 para fundar con mamá, y junto con sus cuatro primeros hijos, la gran familia que luego fuimos, donde todos tuvimos sin distingos la misma madre. Y a la par que crecía la familia, como en una emulación de hijos y de cuartos, también crecía la casa hasta alcanzar la imagen que he dibujado, cuyo volumen externo completó en 1905 con esa planta alta donde empezó mi viaje al pasado, llegando recién en 1921 a la distribución final que he hecho en el plano y que es la que más recordamos. Ya los hijos mayores habían comenzado a su vez a formar nuevos hogares, aún antes de que naciéramos los últimos. Y entonces la casa, que de pronto veía disminuir la cantidad de sus habitantes por los sucesivos casamientos de mis hermanos, en una transmutación interna y generosa de sí misma formó un inmenso dormitorio para sus otros hijos, los libros, en esa biblioteca que llenó de admiración a nuestros ojos de niños y también a los de tantos ilustres visitantes.- La biblioteca fue desde entonces como el Aula Magna, (todas eran aulas donde él estaba), la de las grandes reuniones familiares: el centenario del abuelo, los ochenta años de papá, el largo y doloroso desfilar de tanta gente ante su féretro, puesto en diagonal en el ángulo de la esquina, rodeado de sus hijos y de sus libros. (En el mismo lugar en que estuvo velando al único de nosotros que se fué antes que él. Tenía en su corazón un rincón de preferencia para Rodolfito......)

    Pero fueron esos otros hijos fieles los que se quedaron hasta mucho después de su muerte, y hasta mucho después de la muerte de Mario. Cuando ya la casa quedaba vacía, cuando las demás habitaciones estaban desnudas de muebles y adornos, cuando solo los ecos de voces ausentes resonaban en los viejos muros como viejos fantasmas, ellos se aferraron a la casa como defensores del último baluarte, sin poder comprender que tenían que dejarla, sin darse cuenta que se habían quedao solos y que su obstinación ya no tenía sentido.....-

    Muchos recuerdos felices evoco: el comedor viejo -el que fue parte de esa gran biblioteca- y el nuevo comedor que hizo Jorge donde era la ala del billar, al que agragó una terraza que lo continuaba hacia el jardín. Las dos fiestas más importantes de la casa eran en verano: el cumpleaños de papá, cuando el jardín "se vestía de jazmines" y la madreselva y la glicina y la magnolia le regalaban su perfume; y la noche del último día de cada año, cuando esperábamos ansiosos la primera sonora campanada de las doce y yo corría a batur furiosamente el gong. (Ese mismo gong que está indicado en el plano y que ahora tengo otra vez en mi casa por regalo que me hizo Chiquita Luro después de la muerte de Clelia). Y luego, todos nos deseábamos otro "feliz año" y salíamos al jardín a buscar nuestra "estrella"; y jugábamos con fuegos de artificio y "cañitas" y "buscapiés" hasta que por último, precedido de un silencio espectante, de la respiración contenida, de las miradas de nuestros ojos que se achicaban por el sueño y se agrandaban por el asombro, desde la "plataforma de lanzamiento" de los brazos de los más altos, levantaba su vuelo "el globo", jueguete peligroso que entregábamos a las manos del viento y que se perdía luego en la noche estrellada, djándonos una sensación de zozobra que llevábamos hasta la almohada: ¿que incendio causaremos cuando caiga?.....-

    Estoy contemplando ese cuadro parado en el porch de las altas columnas. Como si diera vueltas las páginas de un viejo album van cambiando las escenas. A mis pies, sentados en los blancos escalones hay unos chicos -siempre distintos- posando entre risas para un grupo fotográfico.-

    Pero las imagenes estan superpuestas en mis recuerdos como si todas las páginas del album fuesen transparentes.....Hay un enjambre de niñas vestidas de blanco con bonetes de colores y globos, sentadas en blancas sillas y blancas mesitas: es la fiesta de "las Nanninas" en 1925 o 1926. Juegan entre las flores, sus hermanas, por los senderos que bordean los canteros de la madreselva, de las palmeras, del jazmín del cielo.... En el contorno, unos chicos mayores (otro año, otro día) corren furiosa y peligrosamente vertiginosas carreras en bicicleta. Más allá, atras de la balaustrada, resuenan como coñonazos los "goles" que pegan en la cortina metálica del garage, en la que hace las veces de cancha de futbol, la entrada de autosm todavía adoquinada, donde el declive daba ventaja al "equipo" que jugaba en contra del portón de la calle. Y más lejos -luego borrado, para siempre y para mí tempranamente- el otro ruido acompasado y envuelto en un velo respetuoso de admirativo silencio: estan jugando al tenis "los grandes". Con ellos, algunas y algunos que luego brillaron en otras canchas y en otros torneos....Puedo ver también al fondo, esa especie de "chalet" que había encima de los garages; y atras de ellos, un depósito con unas divisiones que en otro tiempo, un tiempo que para mí pertenecía a la historia de la casa, un tiempo legendario, casim increíble, se utilizaba para guardar los petizos "verdaderos" que montaron cuando chicos los mayores de mis hermanos. Aquí fue donde "hicimos las primeras incursiones en el reino de los misterios....."

    Ahora el jardín está dormido bajo la mirada vigilante de la luna. Exhala su perfume antiguo la glicina de la verja. Alguien salta por arriba de la puerta de hierro, con la complicidad amistosa del sereno: nos hemos olvidado la llave grande....o nos hemos escapado sin ella.

    Esta otra es una mañana luminosa de diciembre de 1937. Papá cumple 80 años. Mi sombra está a su lado en este porch desde el que contempla, lleno de felicidad tan merecida, la entrada en desfile que por esa puerta hacen sus nietos, dirigidos por Mari y por Clelia, con regalos por el Gran Abuelo.....(Esa misma puerta que ahora tiene abiertas sus dos hojas para que salga por última vez el "Viejo Tronco" llevado por los brazos de sus ramas desgajadas....También es primavera. Lloran las rosas y las fresias y las calas, que estan recibiendo la visita y el saludo acongojado de una inmensa cantidad de flores blancas aprisionadas en los duros ropajes de sus verdes coronas).

    Desde esta atalaya del recuerdo miro como se aleja el imponente cortejo y oigo los últimos ecos del resonar de los cascos de los caballos en el empedrado de Coronel Diaz.....

     Después el jardín está solo, recogido en su Gran Silencio. (Casi puede escucharse el llanto de las flores....) Pero de pronto parece como si una niebla espesa oscureciese el cielo, como si fuese una negra noche sin luna y sin estrellas. Ya no puedo ver las imagenes del viejo album....Papá se ha ido y no volverá nunca más. Sin su presencia, el jardín y la Casa quedan vacios.

                                               " Y esta es su historia que ninguno olvida:
                                               " Nacimientos, casamientos, muertes.....Vida.
                                               " Alegrías y dolores en ella cupieron,
                                               " (los hijos vinieron, crecieron, se fueron.....)
                                               " El aire vacío conserva visiones
                                               " de ausentes muros, flores y balcones.
                                               " El tiempo la fue haciendo y el tiempo la ha llevado
                                               " su historia sencilla, ahora ha terminado "




martes, 8 de mayo de 2012

La Italia de Enrico Rivarola y las razones de su venida a América


     Me han llegado desde Génova, enviadas por Filippo Bennicelli (marido de Florencia Rivarola) unas palabras escritas por Enrique (Enriquito) Rivarola al conmemorarse en el año 1979, los 150 años del nacimiento de Enrique, el fundador de nuestra familia aquí, en la Argentina, con destino a ser incluídas en  este blogg destinado a reunir recuerdos, comentarios y anecdotas de la misma, sobre todo para el conocimiento de las generaciones que siguieron a las primeras. Me limito simplemente a transcribirlas:

    " No por ser el más viejo de los nietos (que no lo soy), sino quizá como tercer Enrique en línea descendente, he asumido la grata responsabilidad de hablar en esta conmemoración de don Enrique Rivarola, nacido el 28 de agosto de 1829, abuelo, bisabuelo, tatarabuelo y cuarto abuelo en el hoy frondoso ramaje de nuestra familia.

     Nada sustancial puedo agregar, a las justas, sobrias y emocionadas palabras con que mi tío Rodolfo evocó su figura en oportunidad de centenario del nacimiento. Recuerdo aquel lejano agosto de 1929. Entonces vivía toda la primera generación, excepto una María Luisa (por nuestra bisabuela María Luigia Codevilla) que murió en 1861. Hoy se encuentran extinguidas las ramas de Camilo y desde hace pocos días la de Alfredo, con el fallecimiento de Sarita. Las seis ramas restantes se han multiplicado en tal medida, que ahora sería imposible congregarnos todos en cualquiera de nuestras casas particulares.

     A los datos documentales, Rodolfo unió los recuerdos de su niñez y de su juventud, para trazar los rasgos de la personalidad de su padre. Nada podría agregar en sustancia, repito, a ese cuadro tan vívido; pero sí puedo hacer algunas acotaciones, fruto del cariño y de la curiosidad por la vida del abuelo a quien desgraciadamente no llegué a conocer.

     Muchas veces he meditado sobre un aspecto algo misterioso de su biografía. El de los reales motivos que tuvieron para emigrar aquellos hermanos genoveses: Esteban, Enrique y entiendo que juntamente Domingo, perdido en el Paraguay, según oi decir el casa de mi padre. Me he preguntado sobre ello y he procurado acercarme un poco a los hechos, para indagar su sentido y hallar una explicación verosimil. En el año de su llegada al Rio de la Plata, 1848, no había ni en Italia ni en la Argentina una política migratoria y nuestro país semidesértico ofrecía muy azarosas opciones de prosperidad. ¿Porqué eligir un destino tan remoto, abandonando el asiento secular de la familia y despojándose en tierra desconocida del "status" que revestían en su ciudad natal?

    El "status" puede deducirse del sólo hecho de la instrucción recibida. La cifras estadísticas correspondientes al año 1861, treinta años después del nacimiento de Enrique, daban para el nuevo reino (que no comprendía Roma ni Venecia), una población de 22 millones de habitantes, con un 80% de analfabetos; un total de 6.500 estudiantes universitarios y sólo un 6 por mil de estudiantes secundarios (poco más de 130.000). El joven ligur, que traía en sus maletas libros de Horacio y Cicerón, que conocía el latín y podía escribirlo en prosa y en verso, pertenecía sin duda a un estrato privilegiado de la sociedad de su tiempo. Por algo los críticos de la cultura italiana de entonces dijeron que la escuela había sido "un instrumento de clase". De clase no necesariamente opulenta pero sí de un nivel social por encima de lo modesto. ¿Porqué entonces desarraigarse, dejando amigos, afectos, vínculos espirituales, todo un capital humano, para instalarse en un país sin organización constitucional, con un territorio en gran parte dominado por el indio, sin serios proyectos de desarrollo industrial o agrario y con un bajo nivel de intercambio comercial?

    Recuerda Rodolfo haber escuchado de su propio padre la escueta versión de que el viaje, motivado en la situación política, fue sugerido por el temor de la madre y la prudencia del hermano.

    Y bien: si nos detenemos a mirar el panorama de los estados italianos y especialmente el de la Liguria en las décadas del 30 y del 40, encontramos ámpliamente corroborada esa motivación. No solo eso: podemos determinar con certeza el credo político de nuestro abuelo.

    Es necesario recordar que la causa de la unidad del país, que conmovió el espíritu de los italianos desde principios del siglo XIX, fue por demás compleja. No fue la causa de un pueblo movido por un objetivo común bien definido y agrupado masivamente al lado de sus líderes. La causa de la unidad estuvo desde el comienzo teñida por ambiguedades y contradicciones que sembraron la duda en quienes querían pasar del pensamiento a la acción. Y es bien sabido que la duda genera angustia.

    Años de confusión y angustia fueron los que vivió Italia desde el día del nacimiento de Enrique hasta el de su partida para Buenos Aires, en algún mes de 1848.

    En efecto: el fin prioritario de la unidad era más claro como especulación retórica que como realidad política y social. Italia era, por cierto, una unidad geográfica afirmada en su conformación peninsular. Pero en cuanto a su unidad histórica, había que remontarse a la antiguedad para invocarla; y para sentirla como ideal patriótico era necesario un trabajo de imaginación que solo podían cumplir los que habían tenido acceso a la cultura. Desde el medioevo y durante el Renacimiento los Estados en que se dividía la peninsula su habían consumido en rivalidades sangrientas. No había unidad linguistica y las lenguas locales, a pesar de su común origen, no servían para la comnunicación entre los pueblos. Fue dificil y muy controvertida la elección de aquella que debía ser la de todos los italianos. Si en Italia se ha producido "un milagro" en la acepción terrenal de la palabra, es el de la difusión efectiva del toscano como idioma nacional. Tampoco había unidad económica, por el desigual desarrollo de la agricultura; y ya existía la oposición norte-sur, que hoy se manifiesta con agudas repercusiones.

    Además, un problema dividía a los soñadores de la unidad: ¿quien debía ser el ejecutor? ¿el jefe de algún Estado italiano? ¿el pueblo? ¿una potencia extranjera? Y también, por encima de todo, otro ingrediente contribuía a dificultar el compromiso de intelectuales, gobernantes y políticos: el liberalismo.

    Gran parte de los conductores del movimiento eran iluministas y querían que la unidad se alcanzara bajo el signo democrático, ya fuera en una república o en una monarquía constitucional.

    Por razones históricas, Génova era de tradición republicana. Anexada por el Tratado de Viena al reino Sardo Piamontés, su opinión pensante se encontraba particularmente sensibilizada con los ideales de independencia y libertad. En otros términos, "la Soberbia" (la "Super Génova", como la llamaban antaño), vencedora de Pisa y rival de Venecia, vivía desde hacía mucho bajo el poder extranjero. Es natural entonces que los dos máximos líderes genoveces de la causa unitaria fueran republicanos y liberales: Mazzini, el ideólogo y Garibaldi, el guerrero. Dos heroes románticos del "risorgimento", que nunca se entendieron del todo bien. En nuestros días sus dos estatuas, erigidas en sendas plazas de Chiavari, perpetuan el orgullo de la estirpe ligur.

    Mazzini tenía ideas perfectamente coherentes, pero no era solo un ideólogo. Era también un hombre de acción, un revolucionario "radicalizado", como diríamos hoy. Eso sí, con muy escaso conocimiento de la realidad y de los hombres. Quería dirigirse masivamente al pueblo, único protagonista posible de una liberación verdaderamente democrática y para ello fundó "la jóven Italia", una especie de partido político clandestino. Sólo que el pueblo con que soñaba no existía como interlocutor válido porque no sabía leer y porque no tenía caparacidad cultural para un patriotismo que se extendiera más all´´a de los confines regionales.

    El ideólogo, que pasó una buena parte de su vida exiliado, no conocía, como hemos dicho, la realidad y menos aún a los hombres. Se arrimaban a él espías, traidores y gente irresponsable que lo embarcaba en empresas disparatadas. Siempre alguien lo convencía de que "una chispa" provocaría el incendio, sin advertir que la leña estaba verde.

      En la pequeña Chiavari, los años que transcurren entre el nacimiento de Enrique y su partida para el Río de la Plata, debieron estar cargados de polémica. Nu dudo de la profunda influencia ejercida por Mazzini sobre la juventud instruída de Génova. Enrique Rivarola no era un intelectual pero sí un idealista, seguro destinatario de la prédica revolucionaria. Vivía en plena época romántica y su espíritu sentimental y en nada materialista debió impulsarlo a una participación activa. Creo que su adhesión llegó más allá de lo méramente formal y estoy convencido de su ingreso en alguna sociedad secreta. Esto es lo único que puede explicar el peligro de su permanencia en territorio genovés. En aquel entonces "los oficialistas" italianos estaban lejos de sentirse arrollados por una rebelión, pero en cambio "los opositores" sentían como en torno suyo se estrechaba el cerco de la policía monárquica. Las delaciones eran muy comunes y los fusilamientos muy fáciles.

    Podemos, pués, afirmar, sin temos a equivocarnos que Enrique Rivarola fue republicano, liberal y activo militante revolucionario.

    En el ambiente de la ciudad natal, otra rama de la familia aparece en las filas del campo conservador y antiliberal, junto a quienes defendían la integridad de los Estados Pontificios. La casa Rivarola, del cardenal Agostino, que compartía con su hermano el márques Stefano una posición prominente, había definido bien sus ideas. El cardenal a quien  cupo un papel primerísimo durante la época del 20 en la política vaticana, siendo Legado Pontificio en Ravena, había dirigido la represión del movimiento carbonario. Firmó cerca de 500 condenas a muerte y en ello hicieron hincapié la literatura liberal y la historia escrita por sus enemigos, para cubrir su nombre de improperios, olvidando que él mismo tramitó el no cumplimiento de las condenas. Fue un personaje arbitrario y exentrico, de quien habría mucho que contar; pero jamás, que yo sepa, se pusieron en duda su patriotismo y su honradez. El pueblo de Chiavari lo recuerda por el amor a su ciudad y por el impulso que dió a las obras ampliatorias de la Catedral. Un mausoleo nada menos que en el Panteón de Roma y un busto en un templo de Asis, lo señalan como generoso benefactor de la Iglesia.

    Es muy probable que haya existido un distanciamiento entre los parientes de Chiavari. La dramática división de tendencias en la opinión pública italiano debió afectar a la paz de la familia y pienso que ello contribuyó a preparar los animos para el exilio.

    A estas motivaciones de carácter político sumábase otra de muy distinta índole: la depresión económica. Mi bisabuelo Benedetto, aunque murió jóven, vivió lo suficiente para dilapidar el patrimonio familiar. Así me lo dijo alguna vez mi primo italiano Carlo Stefano, hijo de José (Pepe) Rivarola y nieto de Esteban, muy bien informado de los antecedentes de familia. Según él, lo perdió la pasión del juego. En todo caso no fue un modelo de administrador. En ocasión del casamiento de Anna Rivarola (descendiente de la otra rama que he citado), el sacerdote David Massa esbozó en un discurso la historia de la familia desde sus remotor orígenes y aludió a los bienes que había poseído la rama de nuestro abuelo: una vasta casa con jardín en Piazza San Giovanni, una villa de veraneo, pequeñas villas anexas a la misma y más casas con jardín en Campo Borgo. ` Pero ahora todo ha sido vendido en remate público -dice- por la poca previsión de Benedetto. Esteban -concluye- tiene familia y vive de aquello que supo ganarse con la propia industria en los muchos años pasados en América´ La composición de Enrique titulada "Il disprezzo dell richezze", que cita Rodolfo, puede interpretarse como un altivo gesto de solidaridad con su padre de parte del escolar adolescente. Seguramente menudeaban las críticas contra Benedetto fuera y quizá dentro mismo del colegio.

    El padre Massa despidió en aquel discurso a la última Rivarola que dejaba Chiavari. Ella se casaba con el marqués Melli-Lupi, príncipe de Soragna, y se trasladaba a Parma. Chiavari se vió así libre de Rivarolas (creo) hasta que se radicó Carlo Stefano.

   A veces un nieto de Enrique vaga por las sombreadas recovas de vía Rivarola, penetra en las iglesias, contempla la Piazza San Giovanni y trepa por las escaleras de la "Societá Económica", la institución cultural más importante, fundada en 1791 por el marqués Stefano Rivarola. Allí, en la biblioteca ahora modernizada, se sumerge en la lectura de viejas publicaciones y manuscritos, guardados en el archivo de la familia.

    Chiavari es un remanso en el trajín turístico. No ha perdido su identidad, su milenaria identidad. Conserva siempre el carácter provinciano y es alegre y luminosa hasta en sus calles medievales. Porque su belleza no es provocativa, como la de Rapallo, Santa Margherita, Portofino y Sestri, sus vecinas de la Riviera, sino serena y apasible; se ha visto libre de la marea edilicia, que cubre con su hotelería de cemento los lugares más pintorescos. Está asentada sobre un terreno llano, a nivel del mar, y las montañas no llegan a oprimirla. La prosperidad ha rodeado el viejo centro con plácidas avenidas arboladas, a cuyo lado se alinean casas sólidas y limpias, diria, recatadamente lujosas. Ni un sólo barrio miserable o sórdido. Por todas partes un bienestar sin ostentación.

    Yo sugiero a quienes viajen por Europa que se detengan dos o tres días en Chiavari. Será un buen homenaje al abuelo ya lejano en el tiempo, responsable de que tantos nos encontremos aquí reunidos y unidos por el afecto que reinó siempre en nuestra familia ".-



miércoles, 25 de abril de 2012

El traslado de los restos de Rita y Enrique

Me pidió mi primo hermano Ricardo H. Rivarola que comentara en este sitio destinado a divulgar relatos vinculados a circunstancias que nos son comunes a todos los miembros de la "familia grande", que el día 19 de abril pasado recibieron finalmente nueva sepultura las cenizas de quienes en vida fueron, nada menos, que los fundadores de esta familia de los Rivarola, aquí en la Argentina. Esto es para que puedan saber en donde están.


Dice el acta que se encuentra en el album iniciado por sus descendientes en el año 1929, al cumplirse el primer centenario del nacimiento de Enrique -que es lo que, de alguna manera, en este momento estamos  procurando actualizar- que se habían reunido "después de haber visitado el sepulcro en que juntos reposan los fundadores de la familia (y) de haber asistido a una misa...."


Si bien allí no se indica cual era ese lugar en donde se encontraban sepultados, todo nos hace pensar que se trataba de la Recoleta. Sin embargo, por alguna razón -relacionada seguramente con refacciones que se debían efectuar en esa bóveda- en el año 1956 al tener que resolverse sobre un traslado "provisorio" de aquellos, mientras duraran las reparaciones, Alberto Rocca Rivarola, nieto de Enrique y Rita por su madre Lola, conjuntamente con su hermano Hernán Rocca Rivarola, ofrecieron la bóveda que su familia paterna tenía en el cementerio de Quilmes, y hacia allá fueron....pero nunca más regresaron.

Dio la casualidad -o quizás alguna otra razón más ininteligible- que en forma casi simultanea con el inicio de la actualización de los datos de quienes hoy conformamos el grupo de los descendientes, surgiera la necesidad de trasladarnos nuevamente, ya que esa bóveda que los alojaba debía ser reintegrada al Municipio. Algo así como si desde el lugar en el cual estan sus almas nos hubiesen querido instar para que sus restos pudieran regresar a un sitio propio, que entendemos ya será el definitivo.

Algunos de nosotros anduvimos, entonces, procurando ver cual sería la mejor manera de concretar ese traslado, y siguiendo en esto a lo que en su momento hiciera su padre, fue Inés Rocca Rivarola de Vaccarezza quien generosamente se ofreció para encontrarles un lugarcito entre los suyos, en el Parque Memorial. Así fue como se comenzó luego con el traslado, que se hizo en dos momentos.

El primero fue hace unas semanas, cuando Inés concurrió junto a mi primo Ricardo al cementerio de Quilmes a recibir de manos de Roberto Rocca Durañona, dos cajitas conteniendo las cenizas, cada una de ellas individualizada con sus respectivos nombres; el segundo se concretó el 19 de abril, en que fueron depositadas en tierra por el matrimonio de Inés y Carlos, previa misa que rezó en el lugar Agustín Rivarola, el hijo mayor de Ignacio.

Si bien en algún momento se pensó que el traslado se podía hacer con la solemnidad yel acompañamiento que este hecho merecía de parte de todos aquellos que  así lo quisieran, finalmente se respetaron los deseos de Inés que prefería que fuera una ceremonia extremadamente sencilla y de un gran recogimiento espiritual, sin perjuicio de hacerles saber luego, a todos los demás, cual había sido el destino final de las cenizas de nuestros queridos antepasados.

Me cuentan quienes intervinieron tanto en el primer trayecto del traslado como en el segundo, que ambos días fueron climáticamente espectaculares, muy diáfanos, calmos y con un cielo totalmente despejado, como si desde algún sitio los verdaderos protagonistas de esta historia se hubiesen hecho presentes, para mostrarnos de alguna manera su pleno consentimiento con lo que estaba ocurriendo.


Me escribe Inés y lo transcribo "....no te podes imaginar lo emocionante que fue dejar allí a Enrique y Rita....en un día de otoño, todo dorado. Agustín nos regaló una sorpresa al rezar una misa muy especial en esa capilla toda llena de luz.....Después, todavía revestido, llevó una de las cajas y Carlos la otra, en uno de esos carritos como los de golf. Cuando llegamos bendijo la tierrita y rezó otro responso.....todo fue con mucha serenidad y mucha paz. Muy sencillo pero muy lindo. No pude dejar de pensar lo contento que estará papá....."

Y así, de esta manera, esas cenizas seguiran en cierta forma estando al cuidado directo de esta rama de la familia, la que proviene de Lola Rivarola, la hija mujer mayor de Rita y Enrique. Al agradecerles -de mi parte- muy profundamente a todos quienes han intervenido en este emotivo traslado de los restos de quienes fueron "los primeros", me parece apropiado concluir este relato exactamente igual que lo hiciera su hijo mayor, Rodolfo, en el homenaje que la familia les hiciera en aquel centenario, es decir citando unos versos escritos por Enrique para Rita:




"Or avvolte tue membra in nero manto,
"Nessuna speme resta al mio dolore
"Che reposar un giorno a te d´accanto.....


("Ahora, envueltos tus miembros por un negro   manto,
"Ninguna esperanza queda a mi dolor
"Que el descansar un día a tu lado....).


Y así será !

sábado, 14 de abril de 2012

Un homenaje poético a " Enrique"

La veta artística de mi padre era la poesía.....escribía versos que luego compartía con nosotros y con algunos otros miembros de la familia, ya que en en forma casi invariable, "las historias" que en ellos narraba estaban vinculadas a sus recuerdos.....tanto de las casas adonde había vivido, como de lugares por donde había andado, o de perros con los que había jugado y, desde luego, con personas con quien había convivido.
Si bien a su bisabuelo, Enrique Rivarola, no llegó a conocerlo porque este murio casi veinte años antes de que mi padre naciera, eso no impidió que le escribiera unos versos en mayo de 1990, que me pareció que podían ser incluídos en este blogg, como un homenaje poético de mi padre - que orgullosamente portaba el Enrique como segundo nombre- por quien fuera el fundador de nuestra familia en el país. Dicen así:

" Por exceso de entusiasmo juvenil
tuviste que dejar tu Chiavari natal,
en aquel terrible año
de mil ocho, cuarenta y ocho.

En barco de vela
(como me hubiese gustado)
llegaste a estas playas
como el primer Rivarola.

Te interesaba la literatura
más que la seca economía
y aunque aquí estaba América
no la buscaste ni la hiciste.

Empezaste un trabajo
que no prosperó en tus manos
" más imaginativo y sensible
que hombre de cálculo".

Me he sentido siempre muy ligado a tí
y, aunque sólo soy tu bisnieto
creo que mi destino es parecido al tuyo:
más me gusta un buen cuadro que el mejor de los pleitos.

Mi abuelo (tu hijo) Rodolfo,
en cambio, ha transmitido al mío,
- de igual nombre y apellido -
el gusto por el derecho y el trabajo incansable.

Pienso, ahora, como habrás luchado
para mantener la familia dignamente,
mientras tu canto vagaba por la lejana Liguria
igual que la cigarra. Tu nunca fuiste hormiga.

Así era tu carácter, el que nos trasmitiste,
"la admiración por el arte y por todo lo noble"
Plantaste la semilla de un árbol frondoso
con raiz italiana y ramas argentinas.

Y así quedamos todos, retoños de tu vida.
Aquí nos extendimos, con el mismo apellido.
Aqui tus enseñanzas, que nunca se han perdido,
producto de tu viaje, tan sólo de venida. "

miércoles, 4 de abril de 2012

Dos "perlitas" del Museo Británico.-

Mi padre -Rodolfo "el Gringo" Rivarola- había tomado contacto epistolar (todavía no existía el internet), con algunos Rivarola de otras ramas, distintas de la nuestra pero con un origen común-Chiavari-, entre los cuales se encontraba un José (Pepe, como el nuestro) Rivarola radicado en Surrey, Inglaterra. Entre la correspondencia que encontré de este Pepe Rivarola hay una carta muy interesante y entretenida, de la que me pareció oportuno compartir aquí en el blogg, algunos párrafos.

Decía Pepe: "...han sido descubiertos en los archivos del Museo Británico por mi encansable hija Jenny, algunos detalles genealógicos que espero encontrarás interesantes: uno sobre el rechazo de la mano nada menos que de Napoleón Bonaparte, en Ajaccio en 1786, por una "signorina" perteneciente a nuestra familia, y el otro el Diploma del Emperador Carlos V por el que se extendió, en 1533, los privilegios de nobleza concedidos a nuestro antepasado Gregorio por Maximiliano en 1496, " "a todos los demás miembros de la familia Rivarola, para ellos, para sus hijos, sus herederos y sus descendientes nacidos y por nacer, de ambos sexos, ad infinitum". (Agrega a continuación Pepe fotocopias del dicho Diploma, que yo pongo a disposición de quien quiera proceder a efectuar algún reclamo al respecto.....)

En cuanto al otro tema, sigue contando que: "la "signorina" que tuvo la osadía de rechazar la oferta de matrimonio de Napoleón fue Francesca Rivarola, quien era considerada "la mayor belleza de Córcega". Las razones que se aducen para el humillante rechazo de la mano del que estaba llamado a ser tan grande Emperador, fueron, simplemente, que los padres de ella no lo encontraron merecedor de su preciosa hija, aunque la madre de él (Leticia Bonaparte) dijo que Francesca Rivarola había sido durante muchísimos años "la única poseedora de su primer y más sincero amor". Tambien dijo la madre que "no tenía él, mayor aspiración que la posesión de aquel tesoro que seguía fuera de su alcance".

Sigue el relato de Pepe desde Inglaterra: "La familia Rivarola dijo que Napoleón (a la sazón un teniente de artillería sin grandes medios económicos) no tenía nada que ofrecer, salvo su mano, a una descendiente de la casa Rossi, cosa que se consideró insuficiente.

"Y así la llama del amor frustrado, dice el texto del Museo Británico, prendió fuego a una ambición que en poco tiempo consumió ingentes reinos y estalló como un volcán por toda Europa.

En años posteriores -sigue el artículo- "cuando Napoleón estaba ya en la cumbre de la gloria y la bella Francesca había llegado a ser la abadesa del Convento de Santa Clara, Mme. Bonaparte decía a sus amistades, con un suspiro, que su hijo Napoleón había perdido un tesoro corso de gran valía y que la pérdida de Francesca tendía un oscuro velo sobre el destino de su vida".

"O sea -termina Pepe- que el verse rechazado por nuestra Francesca pudo haber influído grandemente en el curso de la historia. Interesante ¿no?".

La historia - ahora sigo yo con mis reflexiones- me pareció realmente muy interesante y parecería que la fuente fuese insospechada, pero la lectura del artículo -que venía junto a la carta- me dejó algunas dudas, que les comento. El artículo archivado en el Museo Británico es de una publicación del Bailey Magazine correspondiente al mes de febrero de 1864 y en él se relatan las experiencias del viaje que un tal Mr. M. Tennyson hiciera a Córcega, el que en un momento dado llega hasta "la capilla del Grechi" (de los Griegos), en la cual se decía que Napoleón, siendo jóven, había pasado muchos días con el propósito de cavilar acerca de sus proyectos para el futuro. "Sin embargo -aquí sigo textual con el artículo- el "maitre d´hotel" que conocía profundamente la historia napoleónica, desvirtuó la creencia popular al respecto, ya que conocía de muy buena fuente cual había sido el principal objetivo de las visitas de Napoleón a la capilla de los Grechi: era una dama. ¿Que otra cosa podría ser? Francesca Rivarola, la joya de aquella distinguida familia....." (y sigue con el relato al que se refiriera Pepe en su carta a mi padre).

De acuerdo a ese relato, en realidad, nuestra fuente documental pasa a ser, del Museo Británico al comentario de un "maitre d´hotel" que conocía la historia "de muy buena fuente" (¿cual?. No lo sabemos) Sin duda no deja de ser "posible", pero para procurar confirmar su veracidad, quise averiguar si al menos existió la tal Francesca, en los antecedentes que tengo de nuestra familia en Córcega, al menos dentro del período en el que debieron ocurrir estos hechos.

Está comprobado que Napoleón, en el año 1786 ya tenía su título militar y que después de la Revolución Francesa (1789) debió buscar inicial refugio en Córcega, su tierra natal, de manera que conforme al tiempo y al lugar la historia es posible; también se sabe que por aquel entonces Napoleón tenía 20 años de edad ( 17/ 18 en 1786) y que permaneció allí aproximadamente durante un lapso de dos o tres años después de la Revolución, ya que en 1793 se lo encuentra en Francia. Bien, si todo esto es así deberíamos encontrar a nuestra Francesca con entre 15 o hasta 17 años, en 1786, vale decir nacida como mucho entre 1770 y 1775; sin embargo de los antecedentes que están en mi poder ninguno menciona a la tal Francesca.

En Córcega, por entonces, la principal de las ramas de la familia Rivarola era la de Antonio, un militar muy relacionado con el patriota corso Pascal Paoli, pero que recien se casó en 1770, a los 51 años con la única y rica heredera de la familia Barbaggi, de 16, Anna Porzia. Sus cuatro hijos -todos casados- fueron Elena; Domingo; Francisco, un varón que en la época de la Revolución Francesa tenía 10 años ; y Teresa, nacida en 1790.

Otra de las ramas corsas de la familia, por esa época, era la de Francesco, el hermano más grande de Antonio y militar como él pero de la armada inglesa, con cinco hijos: Elena, Jane, Giorgio, William y Constantin. Hay otro hermano de ellos, Nicolao Rivarola, que fue capturado por los genoveses cuando la revolución corsa buscaba su independencia y que retornó a su tierra recien en 1765, del cual no tengo más referencias. Luego, de ser cierta la historia de Francesca, tendría que ser hija de éste Nicolao, porque estos tres son los únicos Rivarola varones cabezas de familia que habitaban en la isla.

Hay algunas religiosas en esta familia, sobre todo una -María Doménica Rivarola-, que se hizo muy famosa por ser una agente secreta del patriota de la revolución corsa: Pascal Paolí, pero era de una generación anterior a la de nuestra supuesta Francesca. Aquella religiosa tenía a su vez tres hermanas religiosas más, que por ende serían tías directas de Francesca, de modo que no resulta impensado que, obligada por sus padres a olvidar a ese "pobre tenientillo" de sus amores, Francesca buscara refugio junto a algunas de sus tías religiosas, pero esto ya es pura imaginación.

Nos queda aquí la historia, interesante, como para que cada uno la interprete a su manera y, si quiere, pueda contarla....o también el Diploma de Carlos V....por si acaso alguno se le ocurriera ir por los títulos.



lunes, 2 de abril de 2012

La guerra de Malvinas vista por mamá.-

Redactado por Horacio R. Rivarola.-

Esta carta me la envió mamá el día 5 de junio de 1982; es interesante "leer entrelíneas" el lavado de cerebro que hizo el régimen militar en el conflicto de Malvinas y como lo absorbió una señora de 69 años, con una gran depresión de años.


" Queridos Silvina y Horacio: Hace mucho tiempo que no tenemos ninguna noticia de los cuatro de Paraguay. Pienso que "sin noticias, buenas noticias" como dicen los franceses; lo he escrito en español porque ahora está muy mal visto hablar en idiomas, salvo el italiano.

Aquí estamos todos esperando la batalla final, no sabemos para que lado se inclinará la balanza de la voluntad de Dios. Espero que sea para el nuestro, porque es tanto lo que le estamos pidiendo a la Virgen, que yo creo que ella pondrá alguna pesita de más en nuestro platillo.

Estamos todos pasando estos días, por una experiencia, que me gusta poder vivir; todos tiramos para el mismo lado por primera vez en los años de mi "ya larga vida"; todos esperamos y deseamos lo mismo. Yo creo que vamos a ganar, porque ellos, los ingleses, tendrán armas más sofisticadas pero en cambio, como protestantes, no tienen madre, y nosotros sí: María (1)

El 2 de abril al abrir los diarios vimos con gran asombro que las hermanitas Malvinas, habían vuelto a casa; la Plaza de Mayo se llenó con una cantidad increíble de gente sin que nadie las llevara, con banderas y leyendas. Yo nunca hubiera creido que quisieramos tanto a esas dos pequeñas islas tan perdidas en el mar.

Nosotros, como lo habrán hecho ustedes, vimos todo por televisión; al apagarla pensamos ¿y ahora que? Muchos sorprendidos se preguntaban lo mismo; muchos contentos de tener esas islas tan estratégicamente situadas, otros que no era el momento de traerlas a casa donde ya escasea el pan para los que aquí estan. La cosa ya estaba hecha y, nos gustara o no, ya no se podía volver atras; gran parte de nuestros soldados estaban allí; los ojos del mundo puestos en nosotros. Entonces fue como un milagro; todos nos volvimos buenos de repente; las mujeres como enloquecidas tejíamos pasamontañas, mitones, echarpes marrón o verde militar, lanas que se venden más baratas porque son para nuestros chicos.

Los colectiveros se volvieron sonrientes y amables; no arrancan hasta que todos los pasajeros esten bien acomodados; los fruteros ponen una pera de más en el kilo que le has pedido y ya no te dan rápidamente las machucadas; al caminar por las calles miras con cariño los perros que te ensucian las veredas y a los chicos que te empujan a la salida del colegio diciendo malas palabras.

La gente se mira como si fueramos todos de una misma familia y si te encontras con algún conocido este se apresura a darte el último boletín. Y como si todo esto no fuera suficiente, ha surgido, como de adentro del sombrero de un mago, un canciller de oro (como lo llaman); toda vez que se asoma por la pantalla de televisión (con una cabeza de aviso de Geniol), todos lo escuchamos absortos; yo no sé si lo que dice está bien o no (la eterna duda) pero cuando anuncian que vá a hablar todos nos sentamos a escucharle. Creo que será el próximo Presidente por el voto unánime de "todas las mujeres de la patria"...y los choferes de taxi.-


(sigue con cuestiones más familiares y cotidianas ....y termina....)


Bueno chicos, me voy; cuando tengan un ratito desocupado recen por la Argentina que mucho necesita. Besos. Mamá.-

Vuelvo: No les comenté que estamos todos radiantes con la visita de Juan Pablo II; es como un padre que viene a abrazar a su hijo al que otro le ha pegado una trompada. Lástima que ustedes no estén aquí para verlo.


(1) Esta misma frase se la escuché por TV al General que estaba en el sur y tenía los contactos con el periodismo (Canal 7; 60 Minutos; Gómez Fuentes)