martes, 15 de mayo de 2012

La casa de mi abuelo


En la entrada anterior Carlos H. (Carlitos) nos dejó una nostálgica mirada de la que fue la casa de su infancia, la de su padre y sus hermanos, que escribió en el año 1966. Unos 10 años antes, mi padre, Rodolfo -el Gringo- en diciembre de 1956 también le dedicó unos versos a ese acontecimiento impactante que debió haber sido la demolición de esa misma casa. Me pareció que podría ser un buen acompañamiento para el texto de Carlitos.

                       "  Estan demoliendo la casa de mi abuelo.
                       "  La casa con balcones; la casa con jardines,
                       "  Estan demoliendo la casa de mi abuelo.
                       "  La casa con cocheras; la casa con jazmines.

                       "  Allí vivieron muchos, allí nacieron otros,
                       "  Los hijos estudiaron y, casados, se han ido.
                       "  Multiplicados nietos llegábamos nosotros,
                       "  Creciendo con el tiempo, creciendo el apellido.

                       "  Innumerables libros, que hace mucho no vemos,
                       "  del estudio profundo; del estudio erudito,
                       "  con códigos propios y códigos ajenos,
                       "  por quien ya sabe ahora lo que es el infinito.

                       "  Palmeras y escaleras; ventanas y baldosas,
                       "  muy pronto solo polvo de recuerdo serán.
                       "  Aquí la biblioteca; allá, las otras cosas,
                       "  al pasar por la calle, desnudas se verán.

                       "  El progreso es terrible si destruye lo viejo.
                       "  Si eso es vida, dolor es vivir.
                       "  Yo aquí, tan solo escribo y cobarde los dejo,
                       "  que maten la casa; ella debe morir. "

1 comentario:

  1. Gracias Rodolfo por dar a conocer los versos del Gringo. Ese verano 56/57 lo recuerdo muy bien, viví allí, por razones de examenes y tengo bien presente esos días, las ventanas que daban a Juncal debían permanecer cerradas, el Gringo venia seguido a almorzar, yo usaba el cuarto de Alicia, y desde allí podía ver la demolición, recuerdo muy claramente la caída de una palmera, sin exagerar los almuerzo parecían velorios.

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