miércoles, 25 de abril de 2012

El traslado de los restos de Rita y Enrique

Me pidió mi primo hermano Ricardo H. Rivarola que comentara en este sitio destinado a divulgar relatos vinculados a circunstancias que nos son comunes a todos los miembros de la "familia grande", que el día 19 de abril pasado recibieron finalmente nueva sepultura las cenizas de quienes en vida fueron, nada menos, que los fundadores de esta familia de los Rivarola, aquí en la Argentina. Esto es para que puedan saber en donde están.


Dice el acta que se encuentra en el album iniciado por sus descendientes en el año 1929, al cumplirse el primer centenario del nacimiento de Enrique -que es lo que, de alguna manera, en este momento estamos  procurando actualizar- que se habían reunido "después de haber visitado el sepulcro en que juntos reposan los fundadores de la familia (y) de haber asistido a una misa...."


Si bien allí no se indica cual era ese lugar en donde se encontraban sepultados, todo nos hace pensar que se trataba de la Recoleta. Sin embargo, por alguna razón -relacionada seguramente con refacciones que se debían efectuar en esa bóveda- en el año 1956 al tener que resolverse sobre un traslado "provisorio" de aquellos, mientras duraran las reparaciones, Alberto Rocca Rivarola, nieto de Enrique y Rita por su madre Lola, conjuntamente con su hermano Hernán Rocca Rivarola, ofrecieron la bóveda que su familia paterna tenía en el cementerio de Quilmes, y hacia allá fueron....pero nunca más regresaron.

Dio la casualidad -o quizás alguna otra razón más ininteligible- que en forma casi simultanea con el inicio de la actualización de los datos de quienes hoy conformamos el grupo de los descendientes, surgiera la necesidad de trasladarnos nuevamente, ya que esa bóveda que los alojaba debía ser reintegrada al Municipio. Algo así como si desde el lugar en el cual estan sus almas nos hubiesen querido instar para que sus restos pudieran regresar a un sitio propio, que entendemos ya será el definitivo.

Algunos de nosotros anduvimos, entonces, procurando ver cual sería la mejor manera de concretar ese traslado, y siguiendo en esto a lo que en su momento hiciera su padre, fue Inés Rocca Rivarola de Vaccarezza quien generosamente se ofreció para encontrarles un lugarcito entre los suyos, en el Parque Memorial. Así fue como se comenzó luego con el traslado, que se hizo en dos momentos.

El primero fue hace unas semanas, cuando Inés concurrió junto a mi primo Ricardo al cementerio de Quilmes a recibir de manos de Roberto Rocca Durañona, dos cajitas conteniendo las cenizas, cada una de ellas individualizada con sus respectivos nombres; el segundo se concretó el 19 de abril, en que fueron depositadas en tierra por el matrimonio de Inés y Carlos, previa misa que rezó en el lugar Agustín Rivarola, el hijo mayor de Ignacio.

Si bien en algún momento se pensó que el traslado se podía hacer con la solemnidad yel acompañamiento que este hecho merecía de parte de todos aquellos que  así lo quisieran, finalmente se respetaron los deseos de Inés que prefería que fuera una ceremonia extremadamente sencilla y de un gran recogimiento espiritual, sin perjuicio de hacerles saber luego, a todos los demás, cual había sido el destino final de las cenizas de nuestros queridos antepasados.

Me cuentan quienes intervinieron tanto en el primer trayecto del traslado como en el segundo, que ambos días fueron climáticamente espectaculares, muy diáfanos, calmos y con un cielo totalmente despejado, como si desde algún sitio los verdaderos protagonistas de esta historia se hubiesen hecho presentes, para mostrarnos de alguna manera su pleno consentimiento con lo que estaba ocurriendo.


Me escribe Inés y lo transcribo "....no te podes imaginar lo emocionante que fue dejar allí a Enrique y Rita....en un día de otoño, todo dorado. Agustín nos regaló una sorpresa al rezar una misa muy especial en esa capilla toda llena de luz.....Después, todavía revestido, llevó una de las cajas y Carlos la otra, en uno de esos carritos como los de golf. Cuando llegamos bendijo la tierrita y rezó otro responso.....todo fue con mucha serenidad y mucha paz. Muy sencillo pero muy lindo. No pude dejar de pensar lo contento que estará papá....."

Y así, de esta manera, esas cenizas seguiran en cierta forma estando al cuidado directo de esta rama de la familia, la que proviene de Lola Rivarola, la hija mujer mayor de Rita y Enrique. Al agradecerles -de mi parte- muy profundamente a todos quienes han intervenido en este emotivo traslado de los restos de quienes fueron "los primeros", me parece apropiado concluir este relato exactamente igual que lo hiciera su hijo mayor, Rodolfo, en el homenaje que la familia les hiciera en aquel centenario, es decir citando unos versos escritos por Enrique para Rita:




"Or avvolte tue membra in nero manto,
"Nessuna speme resta al mio dolore
"Che reposar un giorno a te d´accanto.....


("Ahora, envueltos tus miembros por un negro   manto,
"Ninguna esperanza queda a mi dolor
"Que el descansar un día a tu lado....).


Y así será !

sábado, 14 de abril de 2012

Un homenaje poético a " Enrique"

La veta artística de mi padre era la poesía.....escribía versos que luego compartía con nosotros y con algunos otros miembros de la familia, ya que en en forma casi invariable, "las historias" que en ellos narraba estaban vinculadas a sus recuerdos.....tanto de las casas adonde había vivido, como de lugares por donde había andado, o de perros con los que había jugado y, desde luego, con personas con quien había convivido.
Si bien a su bisabuelo, Enrique Rivarola, no llegó a conocerlo porque este murio casi veinte años antes de que mi padre naciera, eso no impidió que le escribiera unos versos en mayo de 1990, que me pareció que podían ser incluídos en este blogg, como un homenaje poético de mi padre - que orgullosamente portaba el Enrique como segundo nombre- por quien fuera el fundador de nuestra familia en el país. Dicen así:

" Por exceso de entusiasmo juvenil
tuviste que dejar tu Chiavari natal,
en aquel terrible año
de mil ocho, cuarenta y ocho.

En barco de vela
(como me hubiese gustado)
llegaste a estas playas
como el primer Rivarola.

Te interesaba la literatura
más que la seca economía
y aunque aquí estaba América
no la buscaste ni la hiciste.

Empezaste un trabajo
que no prosperó en tus manos
" más imaginativo y sensible
que hombre de cálculo".

Me he sentido siempre muy ligado a tí
y, aunque sólo soy tu bisnieto
creo que mi destino es parecido al tuyo:
más me gusta un buen cuadro que el mejor de los pleitos.

Mi abuelo (tu hijo) Rodolfo,
en cambio, ha transmitido al mío,
- de igual nombre y apellido -
el gusto por el derecho y el trabajo incansable.

Pienso, ahora, como habrás luchado
para mantener la familia dignamente,
mientras tu canto vagaba por la lejana Liguria
igual que la cigarra. Tu nunca fuiste hormiga.

Así era tu carácter, el que nos trasmitiste,
"la admiración por el arte y por todo lo noble"
Plantaste la semilla de un árbol frondoso
con raiz italiana y ramas argentinas.

Y así quedamos todos, retoños de tu vida.
Aquí nos extendimos, con el mismo apellido.
Aqui tus enseñanzas, que nunca se han perdido,
producto de tu viaje, tan sólo de venida. "

miércoles, 4 de abril de 2012

Dos "perlitas" del Museo Británico.-

Mi padre -Rodolfo "el Gringo" Rivarola- había tomado contacto epistolar (todavía no existía el internet), con algunos Rivarola de otras ramas, distintas de la nuestra pero con un origen común-Chiavari-, entre los cuales se encontraba un José (Pepe, como el nuestro) Rivarola radicado en Surrey, Inglaterra. Entre la correspondencia que encontré de este Pepe Rivarola hay una carta muy interesante y entretenida, de la que me pareció oportuno compartir aquí en el blogg, algunos párrafos.

Decía Pepe: "...han sido descubiertos en los archivos del Museo Británico por mi encansable hija Jenny, algunos detalles genealógicos que espero encontrarás interesantes: uno sobre el rechazo de la mano nada menos que de Napoleón Bonaparte, en Ajaccio en 1786, por una "signorina" perteneciente a nuestra familia, y el otro el Diploma del Emperador Carlos V por el que se extendió, en 1533, los privilegios de nobleza concedidos a nuestro antepasado Gregorio por Maximiliano en 1496, " "a todos los demás miembros de la familia Rivarola, para ellos, para sus hijos, sus herederos y sus descendientes nacidos y por nacer, de ambos sexos, ad infinitum". (Agrega a continuación Pepe fotocopias del dicho Diploma, que yo pongo a disposición de quien quiera proceder a efectuar algún reclamo al respecto.....)

En cuanto al otro tema, sigue contando que: "la "signorina" que tuvo la osadía de rechazar la oferta de matrimonio de Napoleón fue Francesca Rivarola, quien era considerada "la mayor belleza de Córcega". Las razones que se aducen para el humillante rechazo de la mano del que estaba llamado a ser tan grande Emperador, fueron, simplemente, que los padres de ella no lo encontraron merecedor de su preciosa hija, aunque la madre de él (Leticia Bonaparte) dijo que Francesca Rivarola había sido durante muchísimos años "la única poseedora de su primer y más sincero amor". Tambien dijo la madre que "no tenía él, mayor aspiración que la posesión de aquel tesoro que seguía fuera de su alcance".

Sigue el relato de Pepe desde Inglaterra: "La familia Rivarola dijo que Napoleón (a la sazón un teniente de artillería sin grandes medios económicos) no tenía nada que ofrecer, salvo su mano, a una descendiente de la casa Rossi, cosa que se consideró insuficiente.

"Y así la llama del amor frustrado, dice el texto del Museo Británico, prendió fuego a una ambición que en poco tiempo consumió ingentes reinos y estalló como un volcán por toda Europa.

En años posteriores -sigue el artículo- "cuando Napoleón estaba ya en la cumbre de la gloria y la bella Francesca había llegado a ser la abadesa del Convento de Santa Clara, Mme. Bonaparte decía a sus amistades, con un suspiro, que su hijo Napoleón había perdido un tesoro corso de gran valía y que la pérdida de Francesca tendía un oscuro velo sobre el destino de su vida".

"O sea -termina Pepe- que el verse rechazado por nuestra Francesca pudo haber influído grandemente en el curso de la historia. Interesante ¿no?".

La historia - ahora sigo yo con mis reflexiones- me pareció realmente muy interesante y parecería que la fuente fuese insospechada, pero la lectura del artículo -que venía junto a la carta- me dejó algunas dudas, que les comento. El artículo archivado en el Museo Británico es de una publicación del Bailey Magazine correspondiente al mes de febrero de 1864 y en él se relatan las experiencias del viaje que un tal Mr. M. Tennyson hiciera a Córcega, el que en un momento dado llega hasta "la capilla del Grechi" (de los Griegos), en la cual se decía que Napoleón, siendo jóven, había pasado muchos días con el propósito de cavilar acerca de sus proyectos para el futuro. "Sin embargo -aquí sigo textual con el artículo- el "maitre d´hotel" que conocía profundamente la historia napoleónica, desvirtuó la creencia popular al respecto, ya que conocía de muy buena fuente cual había sido el principal objetivo de las visitas de Napoleón a la capilla de los Grechi: era una dama. ¿Que otra cosa podría ser? Francesca Rivarola, la joya de aquella distinguida familia....." (y sigue con el relato al que se refiriera Pepe en su carta a mi padre).

De acuerdo a ese relato, en realidad, nuestra fuente documental pasa a ser, del Museo Británico al comentario de un "maitre d´hotel" que conocía la historia "de muy buena fuente" (¿cual?. No lo sabemos) Sin duda no deja de ser "posible", pero para procurar confirmar su veracidad, quise averiguar si al menos existió la tal Francesca, en los antecedentes que tengo de nuestra familia en Córcega, al menos dentro del período en el que debieron ocurrir estos hechos.

Está comprobado que Napoleón, en el año 1786 ya tenía su título militar y que después de la Revolución Francesa (1789) debió buscar inicial refugio en Córcega, su tierra natal, de manera que conforme al tiempo y al lugar la historia es posible; también se sabe que por aquel entonces Napoleón tenía 20 años de edad ( 17/ 18 en 1786) y que permaneció allí aproximadamente durante un lapso de dos o tres años después de la Revolución, ya que en 1793 se lo encuentra en Francia. Bien, si todo esto es así deberíamos encontrar a nuestra Francesca con entre 15 o hasta 17 años, en 1786, vale decir nacida como mucho entre 1770 y 1775; sin embargo de los antecedentes que están en mi poder ninguno menciona a la tal Francesca.

En Córcega, por entonces, la principal de las ramas de la familia Rivarola era la de Antonio, un militar muy relacionado con el patriota corso Pascal Paoli, pero que recien se casó en 1770, a los 51 años con la única y rica heredera de la familia Barbaggi, de 16, Anna Porzia. Sus cuatro hijos -todos casados- fueron Elena; Domingo; Francisco, un varón que en la época de la Revolución Francesa tenía 10 años ; y Teresa, nacida en 1790.

Otra de las ramas corsas de la familia, por esa época, era la de Francesco, el hermano más grande de Antonio y militar como él pero de la armada inglesa, con cinco hijos: Elena, Jane, Giorgio, William y Constantin. Hay otro hermano de ellos, Nicolao Rivarola, que fue capturado por los genoveses cuando la revolución corsa buscaba su independencia y que retornó a su tierra recien en 1765, del cual no tengo más referencias. Luego, de ser cierta la historia de Francesca, tendría que ser hija de éste Nicolao, porque estos tres son los únicos Rivarola varones cabezas de familia que habitaban en la isla.

Hay algunas religiosas en esta familia, sobre todo una -María Doménica Rivarola-, que se hizo muy famosa por ser una agente secreta del patriota de la revolución corsa: Pascal Paolí, pero era de una generación anterior a la de nuestra supuesta Francesca. Aquella religiosa tenía a su vez tres hermanas religiosas más, que por ende serían tías directas de Francesca, de modo que no resulta impensado que, obligada por sus padres a olvidar a ese "pobre tenientillo" de sus amores, Francesca buscara refugio junto a algunas de sus tías religiosas, pero esto ya es pura imaginación.

Nos queda aquí la historia, interesante, como para que cada uno la interprete a su manera y, si quiere, pueda contarla....o también el Diploma de Carlos V....por si acaso alguno se le ocurriera ir por los títulos.



lunes, 2 de abril de 2012

La guerra de Malvinas vista por mamá.-

Redactado por Horacio R. Rivarola.-

Esta carta me la envió mamá el día 5 de junio de 1982; es interesante "leer entrelíneas" el lavado de cerebro que hizo el régimen militar en el conflicto de Malvinas y como lo absorbió una señora de 69 años, con una gran depresión de años.


" Queridos Silvina y Horacio: Hace mucho tiempo que no tenemos ninguna noticia de los cuatro de Paraguay. Pienso que "sin noticias, buenas noticias" como dicen los franceses; lo he escrito en español porque ahora está muy mal visto hablar en idiomas, salvo el italiano.

Aquí estamos todos esperando la batalla final, no sabemos para que lado se inclinará la balanza de la voluntad de Dios. Espero que sea para el nuestro, porque es tanto lo que le estamos pidiendo a la Virgen, que yo creo que ella pondrá alguna pesita de más en nuestro platillo.

Estamos todos pasando estos días, por una experiencia, que me gusta poder vivir; todos tiramos para el mismo lado por primera vez en los años de mi "ya larga vida"; todos esperamos y deseamos lo mismo. Yo creo que vamos a ganar, porque ellos, los ingleses, tendrán armas más sofisticadas pero en cambio, como protestantes, no tienen madre, y nosotros sí: María (1)

El 2 de abril al abrir los diarios vimos con gran asombro que las hermanitas Malvinas, habían vuelto a casa; la Plaza de Mayo se llenó con una cantidad increíble de gente sin que nadie las llevara, con banderas y leyendas. Yo nunca hubiera creido que quisieramos tanto a esas dos pequeñas islas tan perdidas en el mar.

Nosotros, como lo habrán hecho ustedes, vimos todo por televisión; al apagarla pensamos ¿y ahora que? Muchos sorprendidos se preguntaban lo mismo; muchos contentos de tener esas islas tan estratégicamente situadas, otros que no era el momento de traerlas a casa donde ya escasea el pan para los que aquí estan. La cosa ya estaba hecha y, nos gustara o no, ya no se podía volver atras; gran parte de nuestros soldados estaban allí; los ojos del mundo puestos en nosotros. Entonces fue como un milagro; todos nos volvimos buenos de repente; las mujeres como enloquecidas tejíamos pasamontañas, mitones, echarpes marrón o verde militar, lanas que se venden más baratas porque son para nuestros chicos.

Los colectiveros se volvieron sonrientes y amables; no arrancan hasta que todos los pasajeros esten bien acomodados; los fruteros ponen una pera de más en el kilo que le has pedido y ya no te dan rápidamente las machucadas; al caminar por las calles miras con cariño los perros que te ensucian las veredas y a los chicos que te empujan a la salida del colegio diciendo malas palabras.

La gente se mira como si fueramos todos de una misma familia y si te encontras con algún conocido este se apresura a darte el último boletín. Y como si todo esto no fuera suficiente, ha surgido, como de adentro del sombrero de un mago, un canciller de oro (como lo llaman); toda vez que se asoma por la pantalla de televisión (con una cabeza de aviso de Geniol), todos lo escuchamos absortos; yo no sé si lo que dice está bien o no (la eterna duda) pero cuando anuncian que vá a hablar todos nos sentamos a escucharle. Creo que será el próximo Presidente por el voto unánime de "todas las mujeres de la patria"...y los choferes de taxi.-


(sigue con cuestiones más familiares y cotidianas ....y termina....)


Bueno chicos, me voy; cuando tengan un ratito desocupado recen por la Argentina que mucho necesita. Besos. Mamá.-

Vuelvo: No les comenté que estamos todos radiantes con la visita de Juan Pablo II; es como un padre que viene a abrazar a su hijo al que otro le ha pegado una trompada. Lástima que ustedes no estén aquí para verlo.


(1) Esta misma frase se la escuché por TV al General que estaba en el sur y tenía los contactos con el periodismo (Canal 7; 60 Minutos; Gómez Fuentes)

domingo, 1 de abril de 2012

El Castillo Rivarola


En un libro de la familia que dese siempre estuvo en casa, se comenzaba la historia de Enrique Agustín Rivarola, el primero de nuestra rama familiar en establecerse en estas tierras, señalando que había nacido en "antíquísima finca de verano, que poseía su familia, llamada "il Castello", en lo alto de la montaña a cuyo pié esta la ciudad (de Chiavari) "



Despertando todas mis fantasias infantiles, en ese mismo libro se explicaba que un tal Guillermo Rossi o Rosso, conde de San Secondo, como perdió el castillo que su familia poseía en Parma, construyó otro en la Liguria hacia el año 1089, a orillas del río Lavagna o Entella, sobre las montañas cercanas a Chiavari, al que llamó "de Rivarolo" al igual que aquel otro, y hasta el cual también llegaron sus enemigos -los güelfos- para destruirlo. Esa enemistad tan acendrada tenía su origen en el hecho de ser los Rossi o Rosso gibelinos, vale decir partidarios del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras que sus poderoso enemigos lo eran del Pontífice romano.



Sin embargo en el año 1132 el castillo había sido reconstruído en el mismo lugar, a pesar que el hijo de aquel Rossi - Francisco- pasó a hacerse llamar "Rivarola", adoptando así como apellido el de su lugar de origen, el mismo que sus descendientes hemos venido utilizando desde entonces. Conociendo de esos antecedentes desde tan chico, facil resulta imaginar con cuanta ilusión llegue a Chiavari a mediados del año 2004, imaginando que todo eso que hoy veían mis ojos, antes había sido disfrutado por muchísimas generaciones de Rivarolas.






Detuvimos el auto en una plaza céntrica y cerrada con edificios por los cuatro costados, y allí a






pasos nada más se encontraba la via Rivarola, así anunciada en una piedra que estaba en lo alto de una columna, la que recorrimos bien despacio, observando los diferentes edificios de tres plantas que se encontraban a ambos lados, junto a los arcos de una larga recova que servía de techo para las veredas.



Al final de esa calle, tres o cuatro cuadras adelante, se nos apareció una placita pequeña, y sobre ella un mercado callejero, con puestos de verdura, comidas, venta de libros, de recuerdos, etc., etc. Se trataba de la Pîazza di S. Giovanni, frente a la cual se encontraba -según aquel viejo libro- la casa habitación de la familia, y de la cual salió una vez Enrico para embarcarse hacia nuestro país.






En uno de los ángulos de esa plaza se encontraba la iglesia de S. Giovanni, extremadamente sencilla y practicamente sin gente, en la que solo se encontraba un sacristán con cara de ¿ustedes quienes son? . Casi le digo que un descendiente de los gibelinos, pero no quería comenzar con el mismo conflicto mil años más tarde, así que me limité a regalarle una oración a la Virgen que estaba en el altar principal, en especial por el alma de Luisa Codevilla, la madre de Enrico quien -quizás- en ese mismo lugar había resuelto que el exilio sería la mejor manera de proteger la amenazada vida de su hijo, comprometida por su entusiasta adhesión a los movimientos políticos que propiciaban la controvertida unidad de su patria.


En las oficinas parroquiales consultamos por datos que pudieran ponernos en contacto con algunas sepulturas de la familia, pero no encontramos nada durante el escaso tiempo del que disponíamos, y al no haber podido encontrar, tampoco, ninguna referencia sobre el viejo castillo, emprendimos el regreso con bastante desaliento. Algún tiempo después, indagando sobre el mismo tema, me dijeron que el castillo habá sido levantado en otro lado, más arriba en la montaña, pero que estaba totalmente destruído y que del mismo no quedaban más que los recuerdos transmitidos oralmente.-


Fue a raíz de eso que tres años más tarde, en el 2007, un domingo por la mañana volvimos para corroborarlo, ya que -como dije- ese era un lugar al que siempre había querido llegar. Efectivamente había que trepar -desde Chiavari, que está al nivel del mar- hacia las montañas, exactamente hasta el sitio en que el escasamente caudaloso río Entella cruza la carretera, la que se debe abandonar para comenzar a subir la montaña por un camino que va dando varias vueltas, hasta llegar al lugar donde se levanta una iglesia, la chiessa di Rivarola, según explicaba un cartelito.



Es que así se llama el lugar, "Rivarola", que pertenece a la Comuna de Carasco, vecina de Chiavari, pero que tiene su propia identidad. En el lugar nos atendió un sacerdote que acababa de celebrar misa, y nos explicó que del Castello, efectivamente, no quedaba nada, si bien se podía ascender hasta el lugar por un sendero de piedras, bastante empinado, que comenzaba precisamente allí, donde un cartelito turístico mencionaba al "Castello Rivarola" junto a una flechita hacia arriba, y comenzamos a subir.




Lo que pude deducir es que se trataba de un viejo camino, ascendente y circular que se dirigía hacia el mismo pico de la

montaña, pero previsto para ser utilizado a caballo. Esa mañana de septiembre hacía bastante calor y la trepada era ciertamente muy empinada, pero yo sentía como una fuerza interior que me impulsaba a seguir adelante, mientras pensaba que mi abuelo Horacio -años antes- y también mi bisabuelo Rodolfo, deberían haber trepado por el mismo sendero, mientras Anamá -mi mujer- me seguía con toda paciencia y buen humor, sacando fotos, sorprendida de mi repentina agilidad.-


Arriba solo encontramos un viejo "campanello" de piedra, único vestigio de lo que fuera nuestro antiguo castillo, con un reloj -más moderno, claro- debajo del sitio destinado a las campanas, que por supuesto no estaban. El lugar estaba ubicado exactamente al final de la cuesta, y desde allí se podía apreciar claramente como corría allá abajo el río que diera lugar a que se nos bautizara a todos los descendientes de don Guillermo como "los de la rivera del río" o más simplemente "los Rivarolas".Mirando hacia arriba,en cambio, todo era silencioso y no se veía nada más que piedras y musgo; era más que evidente que allí no encontraríamos nada más, y comenzamos a descender.

La verdad es que igualmente me sentía muy feliz; muchos años hacía que tenía la ilusión de poder llegar a ver, con mis propios ojos, ese lugar del cual tanto había oido hablar o leido muchas veces, y me imaginaba como debería haber sido todo aquello mil años antes, aunque desde el punto de vista de la naturaleza, muy semejante, con el mar allá a lo lejos y aquí abajo ese río corriendo a su encuentro, mientras desde estas alturas se podía dominar todo lo que ocurriera alrededor, desde la distancia. Llené bien mis ojos de aquellos paisajes, dimos una nueva vuelta por la iglesita, nos detuvimos un ratito en el cementerio, adonde tampoco encontramos alguna inscripción familiar, y nos volvimos, esta vez sí, con la sensación de haber saldado una cuenta pendiente.


Igualmente, no me quedé tranquilo, porque el librito decía que Enrico había nacido "en antiquísima finca de verano llamada il Castello, y como ese nacimiento había ocurrido en 1829, no podía ser que a menos de 200 años no quedara del lugar piedra sobre piedra, al igual que si se tratara de un edificio arrasado.


Puesto a investigar sobre lo que podría haber ocurrido, llegué a la triste conclusión que el Castillo, en realidad, no había pertenecido a nuestra familia más que en sus remotos orígenes, y como las viejas construcciones que quedan en pié en Europa son las que pertenecieron a los vencedores, nuestro castillo se perdió, para siempre, en alguno de aquellos bravos y duros enfrentamientos que sembraron la historia italiana.


Quedó el lugar, pero como sitio; "Rivarola", es entonces sólo un lugar, pero no un castillo, tan lugar como lo es el vecino pueblo de Lavagna -algo más hacia arriba- de donde provenían los enemigos que destruyeron el primer castillo, ya que el segundo no fue levantado por la familia sino por la República de Génova para protección de sus propios intereses, en el mismo sitio adonde había estado el primero, y que seguramente corrió la misma suerte de aquel en alguna batalla que los genoveses perdieron, y que luego los vencedores hicieron desaparecer hasta las piedras, como se estilaba.









No teníamos, pués, ni nunca tuvimos los Rivarola "un Castello", al menos en los últimos, digamos, mil años, y "la antiquísima finca de verano" que poseía la familia de Enrico, adonde éste nació, con toda seguridad que estaba ubicada en ese lugar en lo alto de la montaña a cuyo pié esta la ciudad, pero no en un castillo, sino en una finca llamada "il Castello", como en realidad se dice en el viejo libro; en un interesante y pequeño barrio suburbano de Chiavari, llamado precisamente así
" Rivarola ".