martes, 17 de julio de 2012

M i r a m a r


     Puesto a pensar sobre recuerdos familiares de muchos años para atras -como invito a todos a hacerlo para ir completando este espacio que es de todos- saltan inmediatamente a mi memoria aquellos veranos en Miramar de mediados a fines de los 50 y comienzos de los 60, en que empezamos a transitar por la adolescencia. Miramar era, por aquel entonces, el lugar de reunión de "los grandes" de nuestra rama de la familia Rivarola, y hacia allá ibamos nosotros, los que aun no teníamos poder de decisión, ni nos lo planteábamos.

      Desconozco como fue que la familia comenzó a frecuentar aquellas playas, ya que fotos anteriores de la familia de mi padre, siendo soltero, los muestran en el Uruguay y concretamente en las playas de La Pedrera, aunque alguna vez escuché que fue mi tío abuelo Fernando el primero en llegarse hasta Miramar, adonde inclusive adquirió en un remate judicial un terreno bastante grande, con un rancho, que se remataba por las afueras de la ciudad, entusiasmando luego a sus hermanos para que lo siguiesen.

      Una vez remodelado "El Rancho" -ya que así se llamó al lugar- se convirtió en una suerte de punto de reunión familiar veraniego, ya que detrás de Fernando con su familia fueron llegando sus hermanos Eduardo, Horacio, Octavio, Pepe, Carlitos y también Roberto Rosa, cuñado de ellos, todos con sus respectivas familias que, en el caso de mi abuelo Horacio ya abarcaba inclusive a sus nietos, nosotros, que así nos comenzamos a mezclar con aquellos "primos" que en realidad eran "tios", pero de nuestra edad.

      De aquellos, los tíos de verdad, mis tíos abuelos, tengo un recuerdo más bien fotográfico....los veo en la playa, reunidos junto a sus esposas y amigos en grandes rondas, charlando....o bien tomando algo fresco o fuerte en la galería del Rancho.....o descansando en el jardín: Fernando, el dueño de casa, de ancha y fácil sonrisa muy cálida, junto a Berta su mujer, de hablar pausado y agradable sonrisa; Eduardo, más serio y como pensativo y la Beba Iturbe, muy morocha y menudita, a quien recuerdo siempre fumando; Octavio, con su tamaño y su vozarrón importantes, siempre ocurrente, con atuendos muy modernos y coloridos, junto a Tina su mujer, bastante calladita y siempre haciendo algo con las manos (cociendo, bordando, tejiendo, no se bien que haría, pero estaba siempre ocupada); Carlitos y Deli y Pepe y Chiquita, los más jóvenes, casi contemporáneos de mis padres, los recuerdo como los más deportistas, en el agua, andando en bicicletas o jugando al tenis o al golf. Entre todos ellos mis abuelos, algo más grandes que sus hermanos y mezclados con todos ellos mis padres....mi tio Horacito, su moto y cada año un auto nuevo....a cada cual más fantástico.....y muchos, muchos colaterales y amigos más.

      Entre los primos más cercanos en edad a nosotros, había como algunos sectores bien diferenciados: estaban los más grandes, que eran Rafael y Marco, hijos de Fernando; Maria José e Ignacio de los de Pepe; Ana Inés de Carlitos; Nannina y Patricio de Eduardo; Madelón y Alejandro Rosa Rivarola; Carmen y Julia Elena de los de Octavio, ya que sus otros hijos eran aun más grandes. El grupo de las mujeres que nos seguían hacia arriba lo integraban Florencia, Marcela y Ana, tres Rivarola inseparables (creo que lo siguen siendo a pesar del tiempo y las distancias), hijas respectivamente de Carlitos, Eduardo y Pepe; mientras que detrás veníamos Maria Luisa (de Eduardo), Patricia (de Carlitos), Horacio y Rodrigo (de Pepe), Ricardo (de Horacito), mi hermana Lia y yo, todos Rivarola, y aún más chicos que nosotros quedaban José y Eduardo (de Pepe) y Pedro (de Carlitos). ¡ Que cantidad !!

     Sin embargo y a pesar de las -por entonces- marcadas diferencias de edad, todos eramos primos que compartíamos espacios comunes, carpas, bicicletas, almuerzos playeros, armado de casitas donde pasábamos las horas, guitarreadas, tardes de helados y tostados en Mickey, cigarrillos a escondidas, películas en los cines, etc. etc., mientras " los grandes " se divertían a su modo, dejándonos una gran libertad, que por lo general usábamos con bastante cautela.

     El terreno adonde estaba aquel  " Rancho " de Fernando -y en donde en el mes de enero se festejaba su cumpleaños con un gran asado, al que los más chicos no íbamos, pero que espiábamos desde la calle- ocupaba toda una manzana -la de las calles 24, 7, 22 y 5- y en un momento dado en una de las esquinas de esa manzana se contruyeron dos lindas casitas, pegadas entre ellas pared de por medio, que durante varios veranos ocupamos una la familia de Pepe y otra nosotros, de modo de permitirnos a los primos, además de estar juntos todo el día, poder hacerlo también por las noches, con solo saltar la medianera.

     Como el verano es una época de tanta diversión y poco compromiso, tengo asociados aquellos momentos junto a mi "familia grande" a los de una gran felicidad y si bien los encuentros entre nosotros se suspendían durante el invierno con la gran mayoría de ellos, se reanudaban al año siguiente con la misma o superior intensidad. Y ni que decir de aquel año en que se suspendió el inicio de las clases por una gran epidemia de parálisis infantil y nos tuvimos que quedar en Miramar como hasta el mes de abril ¡ que bueno
 que fue !

    No puedo dejar de relacionar aquella época tan feliz con la de nuestros primeros "suspiros amorosos"....o con los noviazgos más serios de nuestros primos y primas mayores, a quienes nos divertía tanto espiar a la distancia, como con seguridad nosotros fuimos espiados después por quienes nos seguían.
 
     Ahora hace muchos años que no he vuelto por allá. Pienso que el "Rancho" aun debe estar en manos de Marco y de los hijos de Rafa....no lo sé. Sí se que en una de las casitas vive en forma permanente mi primo Rodrigo junto a su familia desde hace unos cuantos años. Lo que ocurre es que después de aquellos buenos tiempos, como siempre ocurre, la vida nos fue llevando a unos y otros por caminos muy diferentes, no obstante lo cual, estoy convencido que a todos nosotros, los que alguna vez compartimos aquellos veranos en Miramar, nos ha quedado como una huella imborrable en nuestras memorias, que hace que cada tanto, cuando alguna vez nos encontramos, en algún momento de nuestra conversación el Miramar de aquellos veranos vuelva para hacerse presente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario